
“La situación es tan grave que nuestra familia allí se entera de las noticias que están pasando cuando desde Estella se lo contamos”, apunta Adriana Romero, de 37 años y con once años de residencia en la ciudad del Ega. La libertad de expresión no es el único derecho fundamental coartado. En Venezuela no hay comida, tampoco medicinas.
Esta realidad del día a día la conocen muy bien, aunque les separen miles de kilómetros y un vasto océano, otros compatriotas de Romero, vecinas y vecinos venezolanos con más o menos tiempo viviendo en Estella. Algunos de ellos experimentaron la realidad de los últimos años en carne propia y a otros se la relatan sus seres queridos por teléfono y por WhatsApp.
Adriana Romero es una de las ciudadanas venezolanas más veteranas en Estella, como Magdalena Hernández, de 53, quien emigró hace quince años cuando veía un futuro “color de hormiga” que amenazaba a su país. Se vino a España con su hija pequeña para empezar una nueva vida alejada de la inseguridad.
Otros venezolanos, como el matrimonio formado por Esteban Felipe, de 69 años, y Egdda Mujica, de 71, suman tres años en Estella. Aquí recalaron por razones familiares, para acompañar a su hija ya establecida en la ciudad del Ega. Él, militar retirado en 1994 y con la doble nacionalidad venezolana y española, y ella, médico de profesión, tienen otro hijo en Estados Unidos.
En el ‘exilio’
Las últimas integrantes en llegar a Estella, del grupo reunido en ‘Moliendo café, de Adriana’, son Marbelys García, 42 y año y medio fuera de su patria, y Beatriz Vilacha, de 50, con doble nacionalidad. Ambas mujeres llegaron solas a España y luchan día a día por adaptarse mentalmente a una nueva vida, todavía ajena, mientras que el corazón sigue en casa, “porque nadie quiere dejar su país y salir de su zona de confort. Esto es un exiliado obligado”, describe Vilacha.
El recrudecimiento de la situación económica, política y social de Venezuela de los últimos tres años lo tienen muy presente Beatriz y Marbelys, y la emoción es difícil de reprimir. “He vivido año y medio en Panamá, me tuve que ir con mi hijo y son cuatro meses los que estoy en Estella. Vine con pasaporte español, porque tengo doble nacionalidad, pero aquí estoy en el limbo. No tengo DNI, ni tarjeta sanitaria, no tengo papeles para encontrar un trabajo y me dicen que los trámites para reconocer que soy española llevan seis meses”. Su situación no es excepcional, su caso como el de un gran número de venezolanos no computa en el total que ha abandonado el país en los últimos años.
Beatriz Vilacha tiene otra hija y cuatro nietos en Venezuela. Llora por ellos, por la situación desesperada de un país que malvive con hiperinflación, abandonada al trueque y al mercado negro, donde un cartón de huevos puede costar hoy un tercio del salario mínimo y con toneladas de ayuda internacional esperando a que se abran las fronteras.
Otra compañera, Magdalena Hernández se refiere a la capacidad de adaptación de sus compatriotas en el país. “La situación es muy diferente dentro que fuera. Dentro se ve que la gente se va adaptando a situaciones cada vez peores, sin darse cuenta. Es cuando sales fuera y miras atrás que te das cuenta del infierno en el que has vivido”, declara.
Hernández fue activista política en Venezuela y está formada en Geografía y en Comunicación Internacional. “Del 2001 al 2003 viví en Curaçao y cuando regresé vi un país que no era Venezuela. El cambio que se había dado no era lo que buscábamos. La gente pensaba que en seis años aquello iba a cambiar, pero yo vi claro que quienes tenían el poder no lo iban a soltar. Lo peor de todo es que habían dividido al país”, relata Hernández.
Guaidó y la oportunidad del cambio
La irrupción de Guaidó en la escena política y en el poder se entiende como una ilusión, como la gran oportunidad de dar un paso hacia adelante. “Con él vamos bien. No es que los venezolanos quieran una invasión americana, sino que haya un cambio de gobierno, piden auxilio. Si Maduro dice ‘yo me voy’ se apoya a cualquiera para la presidencia porque la gente está desesperada. Se tiene mucha confianza en este hombre porque es joven, de 35 años, ha vivido más de la mitad de su vida en este régimen, conoce más este gobierno que nosotras que hemos estado fuera. Ha estado en la Resistencia, le han disparado y sabe a lo que se expone. Un cambio es posible”, evalúa Magdalena Hernández.
Egdda Mujica comparte con su compatriota la necesidad de un giro de timón que reconduzca el rumbo del país. “Cada vez que aparece un líder, como Leopoldo López en su época, el pueblo revive, pero en aquella oportunidad había mucho poder y lo pusieron preso y lo juzgaron. Guaidó y su equipo han sido más inteligentes. Primero han ido fuera para buscar todo el apoyo y después él se atrevió a dar ese paso. Porque si lo hace sólo, ya estaba muerto, o al menos preso y torturado”. Mujica apunta hacia un cambio de mentalidad que se está produciendo en la sociedad venezolana. “El pueblo se había venido abajo, sin esperanza, y este señor ha hecho que recuperemos la fe”, añade.
Esteban Felipe comparte, como su mujer, el anhelo de millones de venezolanos y asegura que los últimos acontecimientos marcan un buen camino. “Pienso que estamos ante el principio del fin porque es una decisión muy bien pensada y apoyada por grandes potencias. Una prueba es que Maduro está sacando ya a los presos y que en las fuerzas armadas son cada vez más los que se van. Porque no todos los militares están con el gobierno. Sobre todo le apoyan los generales, y no todos, pero los rangos medios tienen familia y pasan mucho trabajo”.
“Mi ilusión es volver y que mis hijos crezcan en una Venezuela libre. Lo veo posible, a medio plazo, tengo fe en que se va a dar”, dice Beatriz Vilacha. “No va a ser de la noche a la mañana, pero llega el cambio”, apoya Marbelys García. “Venezuela duele, lleves fuera el tiempo que lleves. Pero ya se ve una luz”, apunta Adriana Romero.
¿Y volver?
Volver. “Siempre queremos volver”. La respuesta llega al unísono.

