
¿Cómo surgió la oportunidad de atender el albergue de peregrinos?
Mayra Murillo (M.M.). Éramos conocidos de Maxi Ruiz de Larramendi, el presidente de la Asociación, y nos habló de la posibilidad de hacer un curso de hospitaleros. Hicimos la formación y nos encantó. Luego salió la oferta, nos postulamos y aquí estamos.
¿Contabais con experiencia previa en el Camino?
M.M. Partíamos de cero, pero está siendo una experiencia súper grata. No me imaginaba que la vida nos iba a traer aquí. Yo digo que el Camino me trajo.
John Nazareno (J.N.). En mi caso, la primera vez que escuché del Camino estaba en Madrid, venía a visitar a Maira. Entonces la persona que me traía con Bla Bla Car era una hospitalera de un albergue del Camino que iba a reunirse con unas amigas alemanas y me empezó a hablar sobre el Camino.
¿Qué valoración hacéis de este tiempo en el albergue?
M.M. Yo he hecho un cambio de 360 grados. Cada día llegan personas diferentes y cada una me aporta algo. Mi vida cambió, veo las cosas con otra mentalidad. El Camino para mí es algo muy especial, espiritual, estoy como nueva. Me aporta personal y laboralmente. Por ejemplo, yo tenía un inglés básico y ahora yo quiero aprender francés, quiero darme la oportunidad de conocer otros idiomas porque es muy grande el intercambio de culturas que se vive en el Camino y me gusta. También me he probado a mí misma que puedo hacerme cargo de muchas cosas, llevar un albergue con 78 literas es una responsabilidad y creo que John y yo lo estamos haciendo bien. Cada día aprendemos más para mejorar, pero ahora sé que puedo con esto y con muchas cosas más. Me siento motivada y muy bien.
Como hospitaleros y pareja, trabajáis y vivís en el albergue. ¿Es difícil separar lo personal de lo profesional?
J.N. Somos pareja y, como somos compañeros también de trabajo, nos repartimos el horario para que cuando uno no tenga el turno pueda hacer sus cosas.
M.M. Al principio no sabíamos cómo hacerlo, llegábamos a casa y solo hablábamos del albergue, y eso satura un poco. Así que, al final, decidimos separar horarios y cada uno tiene así algo de libertad. Yo subo a casa y me desentiendo, aunque al principio costó.
J.N. Es verdad que vivimos en el trabajo, pero lo sabemos manejar como pareja y como compañeros.
¿Cómo es el día a día en el albergue?
J.N. Nos dividimos las tareas. Por las mañanas, intentamos hacer la limpieza lo antes posible. Tratamos que el peregrino salga a las ocho para tener tiempo suficiente. Cuando terminamos vemos a quién le toca abrir y a quién cerrar la recepción. Mientras uno abre, el otro prepara la comida en el hogar, y luego cambiamos.
M.M. A las ocho y media de la mañana ya estamos aquí. Hay que limpiar tres plantas. Es después, en torno a las 10.30 h, cuando desayunamos y nos cambiamos y a las 12 abrimos la recepción para las nuevas llegadas, hasta las diez de la noche. Los peregrinos llegan todo el tiempo y nuestra atención no es sólo gestionar la entrada, sino informales de lo que necesiten, dónde comer, qué visitar, dónde recibir un masaje. También es verdad que ahora no estamos los dos solos, contamos con muchos voluntarios que nos apoyan y nos ayudan.
¿Cómo se comporta el peregrino, en términos generales?
J.N. El noventa y nueve por ciento es agradecido y amable. Vienen y ven cómo éste es un lugar de acogida tradicional. Siempre llegan con ganas de ayudar también, por ejemplo, con los idiomas en la recepción…
¿Hay peregrinos exigentes?
J.N. El 1% restante, pero yo veo que llegan cansados, que han pasado por mucho sol, mucho frío, que no durmieron anoche por mucho ruido o mucho movimiento… Nosotros les tratamos siempre de buena manera para que cambien la actitud.
¿Con qué os quedáis de este trabajo como hospitaleros?
J.N. Con que son muy agradecidos. Valoran el trabajo que tú haces. Su gratitud es como si fuera el pago, cuando se van y te dan un abrazo o te dejan un mensaje en el libro de visitas. Cada día llegan peregrinos diferentes y cada día hay una historia nueva, sobre todo por la tarde, cuando queda más tiempo libre y te cuentan. Se llega a hacer amistades fuertes, aunque la relación sea el paso de un día.
M.M. Yo me quedo con la huella que puedo dejar en alguno de ellos. Este año vino un peregrino que ya pasó por aquí el año pasado y me dijo “te recuerdo, tú nos prestante tu cocina”. Es que, al principio, la cocina no estaba habilitada, y yo les invité a subir a mi casa para utilizar la mía. Que te lo recuerden si vuelven es muy satisfactorio.
Puesto que cada día trae historias nuevas, ¿alguna otra que os haya llegado especialmente?
J.N. No siempre son historias bonitas, pueden ser tristes también, y hay una de un peregrino que me marcó. Tenía dos tipos de cáncer, y eran terminales, pero él estaba con toda la ilusión del mundo y quería hacer el Camino. Se veía que estaba mal, pero su motivación y su alegría le permitían seguir adelante.
M.M. Yo recuerdo especialmente a una familia de Canadá con siete niños. Llegaron los padres, dos mellizos de tres meses, dos niñas como de 4, otro de 7, otra mayor y otra más con una condición especial. Llegaron aquí y yo quedé impresionada. ¡Dios mío!, nunca les olvidaré, por cómo vivían la vida con tanta tranquilidad, como que fluía. Dieron de cenar a sus niños y brindaban con vino. Supongo que son personas acostumbradas a su vida, pero fue impresionante la tranquilidad. En cambio, otras personas que vienen solas y que tratan de buscar eso, probablemente no lo van a encontrar. Te dicen, “mira, ¡no hay ascensor para subir!” o “¿por qué la cocina cierra a tal hora?”, quejándose. Sin embargo, esta familia, a pesar de las adversidades, ves que encuentran la vida bonita.
También recuerdo con cariño a un peregrino que vino con sus cinco nietos a hacer el Camino, fue su petición al cumplir los 80 años y lo consiguió, aunque cada nieto venía de ciudades diferentes, de trabajos distintos, y tuvieron que ponerse de acuerdo para juntarse. Me pareció especial.
¿Qué lección habéis aprendido durante este tiempo en este trabajo?
J.N. Que todo es posible. Porque viene gente de todo tipo, también gente mayor que trae todas las ganas por seguir. En una ocasión vino una peregrina 76 años. Cuando me dio la credencial noto que no viene de Puente la Reina, sino de Los Arcos. Pensé que se le había quedado algo y que se había regresado, pero ella había llegado a Santiago y se volvía a casa de vuelta por el Camino. Ver a esa mujer, mayor, con esa energía, verdaderamente es una lección que enseña mucho.
M.M. Para mí la lección más grande es la de la empatía. Y he aprendido a no juzgar. Uno normalmente como ser humano tiende a hacerse una idea de la persona que tiene en frente en el primer momento, pero eso no se puede hacer. Yo sabía que no se puede juzgar, pero es que en este trabajo te das cuenta que puedes pensar una cosa y luego hablas con la persona y es totalmente diferente. No se puede tener prejuicios en el Camino.
Ahora que conocéis la experiencia, ¿tenéis interés por peregrinar hasta Santiago?
J.N. Hemos hecho algunas etapas, Mayra más que yo. Es complicado tener tiempo, pero estamos organizándonos para ver qué hueco podemos sacar.
M.M. Toca hacerlo, quizá primero yo y luego John, primero por separado porque se vive de una manera muy diferente.
J.N. Sí, vivir la experiencia solo es importante. Primero lo haremos de manera individual y luego juntos.
¿Qué valoración hacéis de esta temporada en cuanto a afluencia?
M.M. En comparación con el año el pasado, esta temporada la estoy sintiendo algo más tranquila. En junio y julio del año pasado hubo más movimiento, pero profesionalmente está siendo también más bonita porque hemos podido activar las cenas comunitarias. Está siendo una gran experiencia que todos los peregrinos estén juntos y compartan comedor. En cuanto a este septiembre, está siendo un mes fuerte.
1.555 pernoctas desde enero hasta agosto
En lo que va de año, desde enero hasta el mes de agosto (últimos datos cerrados), 1.555 peregrinos han pernoctado en el albergue municipal. De ellos, 1.032 han sido extranjeros y 523, españoles; 954 hombres y 601, mujeres. Por nacionalidades, 1.126 llegaban de Italia, 924 de Francia, 758 de Estados Unidos, 702 de Corea y 599 de Alemania. En cuanto a los peregrinos españoles, 503 procedían de Barcelona, 249 de Madrid y 149 de Guipúzcoa.

