PRIMER PLANO – GERMÁN MARTÍNEZ LAPARRA – CURA – “La labor de un párroco no es solo dar misas, es, sobre todo, gestionar parroquias”

PRIMER PLANO – GERMÁN MARTÍNEZ LAPARRA – CURA – “La labor de un párroco no es solo dar misas, es, sobre todo, gestionar parroquias”

El sacerdote natural de Falces da servicio a 63 localidades de Tierra Estella

El religioso natural de Falces (11/06/1961) ejerce desde hace nueve años como párroco en Tierra Estella y es el cura con más parroquias a su cargo en la comarca. Nada menos que 63 son las iglesias y localidades en las que presta servicio. De vocación ‘no contestada’, como el propio Martínez define, se ordenó sacerdote en 2014, con 53 años, después de una larga trayectoria profesional en Volkswagen Navarra, seis años en el seminario y uno más como diácono. El religioso asegura que desde que tomó la difícil decisión de dar un giro radical a su vida, cada día es un gozo y que su misión es estar en el lugar adecuado en el momento oportuno al lado de los feligreses que le necesiten.

¿Cómo se atienden 63 parroquias?
Es posible gracias al equipo que el arzobispado envía todos los fines de semana. En las parroquias que me toca se ofrece, como mínimo, entre el sábado y el domingo 35 o 40 misas, así que servicio religioso hay. Procuras estar en los momentos importantes, como los funerales, las fiestas patronales y otras fiestas propias y romerías. Hay misas en las localidades de cabecera y en las demás se va rotando. Pero la labor del párroco no es solo dar misas, es sobre todo gestionar las parroquias. Me refiero a cuestiones de mantenimiento de templos, que es lo que más tiempo nos ocupa, con sus respectivos desplazamientos, y la preparación de expedientes de bodas porque tenemos dos centros, villamayor de Monjardín y el Monasterio de Irache, donde se celebran bastantes.

También hay que decir que sí, tengo muchos templos y muchos edificios asignados, pero San Juan de Estella oficia más funerales en su parroquia que yo en los 63 pueblos. Tengo una población de en torno a 5.000 personas, soy el sacerdote con más parroquias de Tierra Estella, pero la principal dificultad es la dispersión geográfica.

Sesenta y tres pueblos para un único párroco titular, ¿faltan vocaciones?
Está claro que faltan vocaciones. Tierra Estella fue vivero de vocaciones hasta hace cincuenta años y cuento una anécdota que Pío XII radió en los años cincuenta del siglo pasado por Radio Vaticana, muy bonita. Y dijo algo así: “hay un pueblecito perdido en un pequeño valle de Navarra, el valle de Yerri, con el índice más alto del mundo de vocaciones por habitante”. Ese pueblo era Villanueva de Yerri. Y es que en aquellos años en cada casa había tres y cuatro religiosos, entre curas y monjas.

En tu caso, ¿tu vocación es tardía?
En mi caso es una vocación no contestada. Tengo vocación desde los 8 años. Fue en una novena de San Francisco Javier cuando Dios me cuestionó. Con el paso del tiempo, Dios me llamaba, pero yo me escapaba. No estaba preparado y los tiempos de Dios no son los tiempos humanos.

Antes de ordenarme, trabajé en el campo y en Volkswagen Navarra. Un día me encontré con un sacerdote, Don José Luis Zugasti Goñi, le comenté mis inquietudes y me las aclaró rápidamente porque Dios no admite el silencio por respuesta. Tenía 46 años. Tomé la difícil decisión y dejé mi trabajo. Después pasé seis años en el seminario y uno más como diácono hasta que en 2014 me ordené sacerdote.

Cada jornada tiene su afán, un día es una torre, otro día es una teja, otro un tejado y otro
una puerta que no cierra

¿Echas algo de menos de tu vida ­anterior?
Para mí cada día es un gozo.

¿Cómo analiza un párroco de Tierra Estella la despoblación en la zona?
Pienso que es un problema y que va a más, porque hoy en día vivir en los pueblos es carísimo. Los servicios están todos en Estella, como los colegios y las fábricas, y vivir en pueblos puede ser para muchos un lujo. Es todavía más complicado para un jubilado cuando pierde el carné y encuentra difícil los desplazamientos.

¿Perdura el sentimiento y la vida ­vecinal?
Se percibe, sobre todo en los funerales, cuando la gente de fuera va a los funerales de su pueblo y cuando el funeral de una persona se realiza en su pueblo, aunque ya no viviera en él. La gente es prudente en Tierra Estella, pero muchas personas recuerdan con nostalgia otros momentos cuando se vivía más en familia, cuando la gente estaba más unida, cuando las relaciones eran más humanizadas y cercanas. Se recuerdan los tiempos pasados.

¿Han cambiado las demandas, las necesidades que los vecinos comparten con la parroquia?
Son prácticamente las mismas, los sacramentos, con menos asiduidad que antes, eso sí, y la labor de escucha. También tenemos una función muy discreta que es la labor de Cáritas Parroquial, siempre coordinados con Bienestar Social. Durante la pandemia, desde las parroquias salimos al paso, por ejemplo, con ayudas económicas puntuales y cestas de comida.

¿Cómo es un día en la vida de un párroco de Tierra Estella?
Cada párroco es muy libre para adaptarse a sus circunstancias de pastoral. Hay quienes concentran toda la actividad pastoral por la tarde y otros más de mañana. En mi caso, me levanto y, junto con el diácono, ofrezco todos los días en Arróniz, donde vivo, una misa a las siete de la mañana, pensando en las personas que trabajan; y tengo asistentes fieles.

Después, llega un rato de oración y el ­de­­­sayuno. La mañana la ocupo en cuestiones de gestión. A las dos comemos, nos solemos juntar varios sacerdotes y se aprovecha para tratar temas de índole pastoral. Luego llega el descanso hasta las cuatro o cuatro y media de la tarde, cuando es momento, fundamentalmente, de funerales, misas, visitas a enfermos, a pueblos donde nos reclaman, sacramentos, como, por ejemplo, la extremaunción y tareas de despacho. Muchos sacerdotes tienen también misa por la tarde. El día termina en torno a las ocho y media o nueve de la noche con una oración

¿Un trabajo 24/7?
La verdad que es de veinticuatro horas siete días a la semana, realmente no hay horarios. Pero diré que es un trabajo en el que, más que trabajar de manera convencional, consiste en estar en el lugar adecuado y en el momento oportuno. Acompañamos en incineraciones, visitamos tanatorios y estamos con las familias cuando nos necesitan ofreciendo apoyo ­espiritual.

En el plano más administrativo, cada día tiene su afán, un día es una torre, otro día es una teja, otra un tejado, otra una puerta que no cierra. Porque la iglesia tiene un patrimonio que hay que mantener.

¿Imposible aburrirse?
No te aburres. Para nada. Cada día es un gozo poder estar con la gente y convivir, participar de sus problemas y de sus alegrías, porque también celebramos las bodas, los bautizos y las comuniones.

¿Qué salud vive la fe?
Preocupa que se está enfriando la fe. La sociedad, quizá al industrializarse, se ha ido de­sarraigando y se está perdiendo el referente parroquial. Antiguamente la sociedad estaba más vinculada a la naturaleza y, por ello, estaba más cerca de la creación de la obra de Dios. Quizás, haya algo que no hemos sabido hacer bien los sacerdotes, quizá no hayamos sabido transmitir la fe y cito una frase de Benedicto XVI: “el cristiano del siglo XXI o será un místico o no será nada”.

¿No hay futuro para la fe cristiana?
Los tiempos para la iglesia nunca han sido fáciles. La fe impuesta no vale, tiene que ser vivida en libertad. Quizás estemos volviendo un poco a la fe de los primeros cristianos, minoritaria pero más intensa.

Un cura que reza es una parroquia que funciona

¿Qué pueden hacer los párrocos para conseguir reenganchar a los fieles más desconectados, quizá a las personas más jóvenes?
Explicar bien y transmitir que la fe ante todo es alegría y esperanza. Que no es un código de conducta ni una serie de normas para cumplir. La fe es saber que el mal no tiene la última palabra.

También pienso que los jóvenes conforme van pasando los años no tienen la fe tan perdida. Me encuentro en el hospital con gente que hoy tiene 50 años que en los momentos difíciles se agarra a esa fe que en algún momento de su vida le transmitieron sus catequistas o los párrocos de sus pueblos.

En tu opinión, ¿cómo ha de ser un párroco del siglo XXI?
Un párroco ante todo tiene que ser un hombre de oración, que confíe plenamente en Dios, y que ponga en presencia de Dios todos sus proyectos y trabajos. Ha de huir del personalismo y del protagonismo porque no somos más que siervos que han de intentar hacer las cosas lo mejor posible. Ante todo, somos hombres de Dios y lo demás viene por añadidura. Un cura que reza es una parroquia que funciona y pienso que la relación con Dios es como una tarjeta de crédito ilimitado: si no la usas se bloquea y se hace necesario reactivarla.

Rezar es una labor que no tiene tanto brillo, muchas veces es anónima y oculta, pero es la más importante de todas.

Sesenta y tres templos que atender

Germán Martínez tiene a su cargo en Tierra Estella los templos de 63 localidades. Ejerce como párroco en: Larraona, Aranarache, Eulate, Ecala, San Martín, Zudaire, Baríndano, Baquedano, Artaza, Gollano, Urra, Artavia, Echávarri, Amillano, Galdeano, Aramendía, Muneta, Larrión, Eulz, Arbeiza, Zubielqui, Zufía, Arteaga, Metauten, Ollobarren, Ollogoyen, Ganuza, Murieta, Mendilibarri, Ancín, Etayo (iglesia parroquial y señorío de Learza), Olejua, Oco, Abaigar, Legaria, Urbiola, Igúzquiza, Villamayor de Monjardín, Labeaga, Ázqueta, Ayegui (iglesia parroquial y monasterio de Irache), Muniáin, Aberin, Morentin, Arróniz, Barbarin, Luquin, Acedo, Gastiáin, Galbarra, Ulibarri, Narcué, Viloria, Nazar, Asarta, Mendaza, Otiñano, Ubago, Mirafuentes, Sorlada (iglesia parroquial y San Gregorio Ostiense), Piedramillera y Zúñiga.

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