¿Qué finalidad tiene este libro?
Lo escribí por mantener vivo nuestro pasado, la vida sobre todo de mi padre, que nos la contaba. Lo hice pensando en la familia. Quería recoger esas historias para que lo recordásemos todos, y regalar un ejemplar a cada miembro. Los nietos lo leen y se emocionan, dicen que es el propio abuelo relatando sus cosas. Como gustó, surgió todo esto de publicarlo. No me extiendo como los grandes escritores, sino que cuento simplemente cómo eran las cosas.
¿Ha sido fácil o difícil plasmar parte de tu vida por escrito?
Escribir me ha enganchado. Me surgió ponerme a escribir sobre mis recuerdos, me venían las ideas. Ha sido fácil porque mi padre contaba todas las historias y los nietos también las recuerdan. He tenido esa suerte, que él siempre recordaba tiempos de antes. He querido poner cosas graciosas. Aunque también hubo malos momentos, me he centrado en reflejar lo entrañable. En aquella época en Ollobarren no pasó nada del otro mundo, no hubo guerra ni hambre porque todo el mundo tenía sus huertas, pero a la vez pasó mucho.
¿Cómo recuerdas el día a día en Ollobarren durante tu infancia?
Nuestra infancia era muy diferente a la de ahora. Era sencilla. No teníamos juguetes, todo era producto de nuestra imaginación. Vivíamos en la naturaleza, subíamos a los árboles, estábamos en los pajares y en los columpios. También teníamos nuestras responsabilidades, enseguida te hacían cuidar de uno más pequeño y teníamos que ir a regar la huerta, que no lo pasábamos mal pero muchos días no hacía gracia. Ahora las cosas no son así, los tiempos han cambiado.
Enseguida te marchaste a la capital, ¿cómo viviste la separación de tu lugar de nacimiento?
Me marché para estudiar. Íbamos como 15 o 20 críos a la escuela del pueblo desde los 5 hasta los 10 para aprender a leer y a escribir y poco más. Con 10 años mis padres me mandaron interna a un colegio de Villaba, mi padre tenía tres hermanas en Amor Misericordioso. Terminé y estuve en Hospitalarias, en Elizondo, y luego me quedé a estudiar Bachillerato en Ermitagaña. Mis padres compraron un piso y nos mandaron a mi hermano, a mí y luego a mi hermana a estudiar y nos hemos ido quedando en Pamplona. Cuando pusieron en Estella el colegio comarcal ya fue diferente, mi hermano pequeño sí estudió allí. De haber estado construido antes, nuestras vidas hubieran sido diferentes, y probablemente la hubiéramos hecho en el pueblo y en Estella.
¿De qué manera has vuelto?
Mis padres eran ya muy mayores y pensé que sería una solución ir al pueblo y cuidarlos. Estuve diez años. Fallecieron y ahora estoy yendo y viniendo. A mis nietos les gusta mucho el pueblo.
¿Ha cambiado mucho la vida en los pueblos?
En mis tiempos apenas se salía del pueblo, solo existía el autobús de los jueves a Estella, que era cuando hacíamos contacto con el exterior. Hoy en día no se echa en falta nada de lo que hay en la ciudad, incluso vas a tomar un café si te apetece y vuelves.
¿Qué es lo que queda?
Queda el vivir en la naturaleza. Los niños mantienen la libertad de jugar en las calles y eso es muy grande. Como anécdota, el otro día mi nieto bajaba del coche y dijo “soy libre”. Y es así.
En tu libro, ¿miras atrás con añoranza, con nostalgia, cómo es tu mirada?
No sé si con añoranza, pero éramos felices. Hoy recordamos cosas de antes, que cogíamos cangrejos, y lo qué disfrutábamos. Los comíamos y tenían un sabor buenísimo, aún guardo en la memoria olores y sabores. Sí siento nostalgia de esas pequeñas cosas, pero ha cambiado todo a mucho mejor. Sí da pena pensar que entonces el pueblo estaba lleno, que cada familia tenía cuatro o cinco hijos y que éramos un montón; en cambio, la localidad ahora está medio vacía.
¿Qué futuro ves a los pueblos pequeños como Ollobarren?
Quiero pensar que ahora que se habla tanto de la despoblación, los jóvenes, las parejas, se den cuenta de que vivir en pueblo hoy en día tiene ventajas. Existen todas las oportunidades de comunicación gracias a los coches y los niños tienen los colegios en Estella. Quiero pensar que la gente joven volverá al pueblo, no solo los jubilados, y que se llenará de vida con niños. También pienso que los Ayuntamientos tienen que ayudar a los jóvenes y darles facilidades para que puedan hacer sus casas y puedan vivir en el pueblo.