
La jornada comenzó a las siete de la mañana con aurora, a cargo de un grupo de unas quince voces de la agrupación Santa María de Los Arcos. A las doce del mediodía se oficiaba misa en la parroquia de San María, con el párroco Javier Resano Resano y presidida por miembros del Ayuntamiento. A su término, los corporativos y el párroco, acompañados de los vecinos, se desplazaron hasta la casa consistorial. Aquí se celebró el acto central de la tradición.
A la una de la tarde, tras la bendición del pan y del vino, miembros de las asociaciones, invitadas por el consistorio, se encargaron del reparto desde los balcones del edificio. Como manda la tradición, las barras, este año 375 unidades, previamente troceadas en pedazos, se lanzaron a la calle, para que los recogieran los vecinos.
El pan, junto al vino, que se repartió en mano en la entrada de la casa consistorial, permitió acompañar los guisos de ese día de hermandad vecinal. En concreto, fueron 444 las botellas adquiridas a las diferentes bodegas de la villa. Por su parte, en torno a las tres de la tarde, el Ayuntamiento celebró su propia comida de Corporación.
La tradición de san Vicente se vincula a su ermita, hoy derruida, en el antiguo poblado de Yániz. En la fecha señalada se desplazaba allí la Corporación y el clero parroquial, junto a autoridades y el pueblo para rendir culto al santo. Después se bendecía el pan y el vino y se arrojaba en pedazos por una pequeña ventana. Parece ser que el origen más probable de esta tradición puede remontarse a las épocas de hambre, cuando el Ayuntamiento repartía pan entre la población. Hoy en día, la fiesta se celebra de una de manera similar, sólo que, en vez de realizarse en la ermita, se ha trasladado al centro de la localidad.