
Fue en 2021 cuando decidió asumir la titularidad y gestión de SGA Buenos Aires, explotación ganadera que la ha visto nacer y en la que siempre se ha implicado. La historia de Irache Echeverría muestra sacrificio, visión de futuro, ímpetu emprendedor y una apuesta decidida por una vida en el entorno rural que le llena, aunque no esté exenta de sacrificio y de retos.
¿Qué te llevó a decidir gestionar la granja familiar?
Siempre he tenido interés por la ganadería, pero necesitaba ver otras cosas para estar segura al cien por cien de que quería esto o quizá otras cosas que me ofrecieran más calidad de vida. En realidad, todo lo que he ido haciendo ha girado en torno a la ganadería: en la carrera elegía asignaturas optativas sobre ganadería, el Trabajo Fin de Carrera lo hice sobre producción animal y la tesis la enfoqué al estudio de infecciones ovinas y caprinas. Eran cosas diferentes, pero la oveja siempre estaba en el centro.
El trabajo en la granja familiar, ¿siempre fue una posibilidad?
Siempre. La granja en cierto modo nació conmigo porque mi padre la montó cuando yo llegué al mundo. Siempre he vivido la ganadería en casa. Con 13 años aprendí a ordeñar y desde los 18 años llevo la labor administrativa
¿Costó tomar la decisión de asumir como titular la gestión del negocio?
Es una decisión que la vas madurando muchos años, no se decide de hoy para mañana. Yo pensaba “si me gusta es que quiero”, pero en el momento de dar el paso te das cuenta de que no aceptas un trabajo, aceptas una forma de vida. Te planteas cosas como la conciliación familiar, pero lo tenía que intentar, y no me arrepiento. Hay días malos, aunque en global ha sido una buena decisión.
¿Qué aporta tu formación al trabajo de campo en el día a día?
Todo. La formación te abre la visión a otras opciones. Tengo mucho más conocimiento sobre sanidad animal tras hacer el doctorado y me siento más actualizada. Mi formación me permite estar en contacto con mucha gente que, de otra manera, no sería tan accesible, y me permite conocer proyectos e iniciativas.
¿Cómo concilias tus diversas facetas: la de profesora y ganadera?
Imparto asignaturas dentro del área Producción Animal: Diseño y Gestión de Explotaciones Ganaderas, Mejora Genética Animal y Biotecnología Animal, como profesora titular o compartida. También doy clase en el master de Agrónomo. La docencia lleva mucho tiempo. Este es mi segundo año y preparar los materiales cuesta muchísimo.
Para mí cada día es un mundo y los domingos y los festivos son días de labor. Los domingos estoy preparando clases y los festivos ordeñando en la granja. He aprendido a organizarme y a ser eficiente, pero supone sacrificio.
“Mi formación me permite estar en contacto con mucha gente que, de otra manera, no sería accesible, y me permite conocer proyectos e iniciativas”
Además, eres madre, lo que añade un elemento más a la ecuación…
La maternidad me ha hecho cambiar muchas cosas. Tal y como está montado todo es difícil para todas las mujeres ser madres y conciliar, la sociedad nos exige mucho. A mí me dicen “puedes con todo”, pero cuando atiendo al crío dejo la granja, no puedo estar en todos los lados a la vez. La granja también me aporta ventajas en la crianza porque vivo en el entorno y, salvo los ordeños, en horas exactas, ofrece flexibilidad.
¿Con qué te quedas: con el aula o con la granja?
Me gustan las dos, pero, aunque parezca contradictorio, tengo mayor calidad de vida en la granja, a pesar de ser más sacrificada. El estrés del día a día se maneja diferente, ofrece contacto con la naturaleza, con el aire libre y comparto el espacio con animales. Las horas de clase en la universidad las disfruto, pero con muchas horas detrás, entre papeles, proyectos y exigencias para mí menos atractivas. La granja me permite vivir en el pueblo, eso es un súper plus.
¿Cómo es un día cotidiano en la granja?
Ordeñamos todos los días del año por la mañana y por la tarde, comenzamos a las 7 horas y puede llevar hasta las 10.30 h. Después hay que limpiar, recoger la ordeñadora, dar una vuelta por los animales, revisar los bebederos, hacer camas nuevas, atender partos y otras cosas que se salen de la rutina, como cuando vienen esquilar o los saneamientos de veterinario.
¿Qué productos comercializáis?
Venimos de un sistema intensivo muy auto suficiente y producimos alimento en nuestras parcelas, pero la venta de leche la realizamos a través del consorcio y los corderos los vendemos a un intermediario. Ahora queremos darle una vuelta a esta manera de trabajar, desintensificar y diversificar. Estamos trabajando la idea de transformar la leche en queso, yogures y leche pasteurizada y venderla en circuitos cortos. Esto nos permitiría cerrar el proceso productivo y crear una marca propia, que es adonde yo quisiera llegar. Actualmente participo en el proyecto ‘Crecemos Juntas’, del Ministerio de Agricultura y La Caixa, de impulso a las mujeres autónomas del entorno rural, que me está ayudando con este proyecto, a llegar donde quiero estar.
¿Qué te gusta de tu trabajo?
Que me permite vivir en el medio rural, que trabajo para mí y que veo los resultados de mis decisiones, a veces buenas y otras no tanto.
¿Qué no te gusta?
Es muy sacrificado. Ordeñamos todos los días del año. Y luego está la volatilidad del mercado, no sé cómo se va a pagar la leche dentro de dos meses, lo que dificulta las contrataciones y el planteamiento de inversiones.
¿Cómo ves al sector ganadero actualmente?
Complicado, como ha estado siempre, sobre todo por la incertidumbre del mercado. Es muy difícil hacer un plan de negocio sin saber el precio de la materia prima ni a cuánto vas a vender tu producto. A ello hay que sumar las inversiones, que son brutales, y que a los animales hay que atenderlos los 365 días del año.
¿La falta de relevo es otro gran problema en términos generales?
Cada vez más explotaciones pequeñas desaparecen y los que quedamos somos o más grandes o más productivos con menos ganado. En el sector ganadero, se van a quedar quienes hacen las cosas muy bien. Vivimos en una cultura en la que predomina la calidad de vida sobre el sacrificio en el trabajo. Queremos trabajar de lunes a viernes de 7 a 15 horas, y en este sector es muy difícil porque arriesgas mucho, tienes que hacer inversiones fuertes y es muy sacrificado.
“Para mí cada día es un mundo y los domingos y los festivos son días de labor”
Desde que tomaste las riendas, ¿qué cambios o innovaciones clave has implementado en la granja para mejorar la productividad, la sostenibilidad o el bienestar animal?
De entrada, he reducido un 40% el rebaño y, sin embargo, seguimos manteniendo la producción. Es posible porque hemos apostando fuerte por la mejora genética y por la selección de ovejas. También distribuimos de manera diferente las épocas de partos y nos organizamos mejor en materia de recursos humanos, lo que nos está permitiendo vivir mejor.
Si pudieras dar un consejo a una persona joven, especialmente mujer, que está considerando tomar el relevo de una explotación ganadera, ¿cuál sería?
Primero, que se meta con pasión, no por hacer algo, que siga formarse y que se deje asesorar, esto es clave. Y que tenga en cuenta que la ganadería es una forma de vida, no sólo un negocio.
Premio a la Mujer Profesional Autónoma
En diciembre, Irache Echeverría recibía el Premio a la Mujer Profesional Autónoma, de ámbito nacional, que otorgaban el Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente y CaixaBank. Asegura Echeverría que el premio le permite creer en lo que está haciendo. “Me permite ver que lo estoy haciendo bien. Más que el premio económico y la repercusión mediática, representa un impulso para seguir en los días duros”, expresa.
El Premio ha traído también consigo nuevas oportunidades. “La semana que viene participo en las jornadas ‘Impulso Agro’, en el ‘Basque Culinari Center’, en San Sebastián. Somos 40 jóvenes seleccionados de todo España y es una oportunidad que ofrece visibilización. También estoy dentro del programa ‘Crecemos Juntas’ gracias al Premio”, destaca.