ENTREVISTA. Ángel Santamaría Castro. Cronista y ‘estellés de corazón’. “Estella significó una apertura a un mundo que no conocía, en cuanto a las fiestas”

ENTREVISTA. Ángel Santamaría Castro. Cronista y ‘estellés de corazón’. “Estella significó una apertura a un mundo que no conocía, en cuanto a las fiestas”

Natural de Bilbao y amigo de la ciudad del Ega, Santamaría firma colaboraciones sobre anécdotas y curiosidades locales en la revista Calle Mayor y en otras publicaciones de la zona

Ángel Santamaría Castro (4/01/1946) se emociona al hablar de Estella y al recordar tiempos pasados. En 1960, con tan solo 14 años, su primera visita a las fiestas patronales de la ciudad le despertaron una gran pasión que cultivó y que fue creciendo con el paso de los años. Aunque su lugar de nacimiento y de residencia está en Bilbao, Santamaría, hoy de 75 años, se siente muy de Estella y, de hecho, es un gran embajador del lugar al que le sigue gustando volver.

La nostalgia se hace más patente estos días, a pocas jornadas de que el blanco y el rojo tiñan la ciudad, cuando se acuerda de Pura ‘la Chulina’ y de otros amigos, que ya no están, y con quienes compartió momentos inolvidables durante muchos años de idas y venidas entre Estella y la capital vizcaína. Los recuerdos de su juventud y las anécdotas que le contaron las gentes de Estella nutren los artículos y colaboraciones que firma en la sección Tu Calle Mayor de esta revista y en otras publicaciones festivas de la zona. Curiosidades y vivencias no le faltan al ‘estellés de adopción’ Ángel Santamaría.

¿Cuáles son tus primeros contactos con la ciudad?
Mi padre era componente de una banda de cartón llamada los Tronchos de Santuchu, un barrio de Bilbao. Habían conocido Estella en fiestas allá por los años cincuenta del pasado siglo y habían hecho amistad con determinadas personas de la ciudad y con la peña Merkatondoa. Alquilaban un autobús y recalaban en Estella, lo hicieron cuatro o cinco años.

Cuando yo tenía catorce o quince años mi padre me llevó a fiestas y nos alojamos en la Fonda de Maeztu, ya desaparecida. A mí aquel jolgorio en las calles, las vaquillas, los toros y los bailes me deslumbraron y retomamos el contacto con aquellas personas que él ya conocía, entre ellos, la famosa Pura ‘la Chulina’, su marido, su hijo Aurelio y amigos de éste. Recuerdo que mientras ellos tomaban vinos, yo bebía batido de chocolate Kaiku.

El siguiente año volvimos y más de lo mismo, pero ese mismo año fallecía mi padre. Posteriormente, ya con 17 o 18, volví solo alojándome en la casa de Pura, en la plaza de San Martín, y ya entablé algunas amistades con algunos chicos y chicas de mi edad, aunque más bien seguí relacionándome con quienes ya había conocido, todos mayores que yo con bastante diferencia, componentes de la Peña Merkatondoa y de la cuadrilla de Ordoiz. Con ellos participaba en cuanto había lugar, chabisques incluidos, recorridos, celebraciones, corrí encierros, salí a las vaquillas y así varios años, alguna vez acompañado de mi madre e incluso, creo recordar, de algún amigo de Bilbao.

¿Cuál ha sido posteriormente tu relación con Estella?
Ya casado iba a Estella con mi mujer, luego con mis hijos. Alquilábamos un piso durante un mes o dos, siempre con las fiestas por medio, todo ello producto de mi pasión por la ciudad y sus gentes para mí importantes, pasión que supe contagiar a los míos y la relación con mis conocidos en Estella fue en aumento. Incluso estuvimos a un paso de comprar piso.

Cuando los hijos se hicieron mayores ya fuimos dejando de acudir, aunque siempre hacía yo alguna escapada alojándome en casa de Pura hasta que ingresó en una residencia y murió su hijo. Falleció mi esposa en 1999 y ya acudí en menos ocasiones; cuando lo hacía me alojaba en la Fonda de San Andrés o el hotel Yerri, manteniendo las amistades. Ahora aprovecho alguna salida o excursión de grupos desde Bilbao para escaparme o vengo con mi familia a comer y a pasar el día.

¿Qué significa la ciudad para ti?
Estella significó una apertura a un mundo que no conocía en cuanto a las fiestas, lo primero que vi. Eran días de mucha alegría, de desbandada de gente por las calles, de música, estaba el tema de los toros. Y la amabilidad con que me recibieron. Yo no conocía a nadie, mi padre sí, pero a los que yo conocí, que eran mayores que yo, me llevaban con ellos como uno más de toda la vida.

A medida que fui conociendo la ciudad y los monumentos, me fue encantado. La ciudad me conquistó, y eso que venía de una capital, un poco triste por la industria que había y el clima; para mí Estella fue resplandor.

¿Cuándo y por qué comienzas a escribir sobre Estella?
Mis primeros textos fueron para el programa de fiestas de Echarri. Pura La Chulina tenía relación de amistad y me puso en contacto. A mí siempre me ha gustado escribir, desde chaval, y un día participé y llevo más de 50 años mandando. También publiqué alguna cosa en la Merindad Estellesa, en su segunda época, sobre todo artículos de toros, mi gran afición, y a la revista Calle Mayor la conocí en pandemia.

¿Cuáles son tus fuentes?
Algunas vivencias propias porque las he conocido o de gente que me las ha contado en directo. Escribo algunas cosas que son leyendas, pero las cuento tal y como me las han contado a mí. Con lo que has vivido, lo que te han contado y lo que he podido leer se prepara un artículo.

¿La anécdota más curiosa que conozcas, hayas leído o te hayan contado, sobre la ciudad?
Una vivida, y teniendo en cuenta que siempre he sido una persona respetuosa y seria, ocurrió en fiestas de Estella cuando en grupo, en plena madrugada, nos metimos debajo del puente del Azucarero con una red que pusimos de lado a lado para coger peces, algo que estaba prohibido. Allí estaban también nuestras mujeres, y llegaron los alguaciles, era la época en que los alguaciles portaban pistolas de madera. Y nos querían llevar. Allí estaba Aurelio, el hijo de Pura, y muchos otros. Hubo un zipe-zape, las mujeres intervinieron, que si son fiestas… Finalmente, se quedó en nada. Es una anécdota que puedo contar entre decenas.

En otra ocasión, fuimos con el bombo a casa de un tal Isaba, que vivía en la parte alta de Estella, y al pobre hombre lo sacamos de la cama. Era muy aficionado a hacer mistelas de todo tipo y nos sacó de todas para probar y entiendo que, con buena voluntad, hasta una botella de vinagre, que la gente probó y que no notó.

Y junto a estas en primera persona, otras anécdotas que me han contado y que no he vivido, como una colisión que se produjo entre un motorista y un hombre borracho. En el accidente, el motorista llevaba en la Vespa un garrafón de vino entre los pies, se rompe y pierde el vino, y creen que el peatón era el ebrio y el de la Vespa el borracho. En el hospital, ya le querían denunciar, pero se despierta el borracho, comienza a cantar y a decir tonterías y se descubre quien era el borracho y quien el ebrio.

¿Cómo sientes Estella desde la distancia?
La siento con tristeza. Porque han pasado años, han muerto prácticamente todas las personas que conocí. Solo quedan dos personas de entonces, la viuda de Jesús Sánchez, el que salía con campañilla de los auroros, y Mari Carmen, hija del calero. Tengo conocidos, y cuando voy a Estella siempre veo caras conocidas, pero la relación fraternal de aquellos años ya no queda, salvo esas dos personas.

Yo fui a fiestas desde los 14 a los 24 años. Cuando me caso, voy con mi mujer y le encantaron. Cuando nacieron los niños, vinimos también. Después yo seguía haciendo mis escapadas solo, a la casa de Pura y después a la Fonda San Andrés o al Hotel Yerri. Ahora ya vengo solo esporádicamente a pasar el día.

¿No te animarás este año a venir en fiestas?
Me gustaría, pero no dispongo de medio y la combinación en transporte público ya no es tan buena. Además, me da tristeza. Cada vez que voy estoy muy a gusto, pero vuelvo derrotado, vuelvo triste porque ya no ves lo que has conocido, a la gente que has conocido, los bares en los que has alternado, éramos mucho de chabisques, y ¡ha cambiado todo tanto!

Cuando venía a Estella y pasaba el pueblo de Maeztu, me empezaba a encontrar a gusto, ya estamos llegando decía. Y a la vuelta era al revés. Yo he conocido el Trenico y he dormido incluso en la estación de Vitoria para coger el tren a Bilbao al día siguiente. Hasta hace poco, cuando llegaban las fiestas, me ponía la música de las bandas que han actuado en Estella, la valenciana y la de Estella, me encanta ‘El último cohete’.

¿Cómo encuentras Estella en los últimos tiempos?
He encontrado un cambio agradable. La zona de la estación ha quedado preciosa, ofrece un aspecto de modernidad, y la zona vieja no tiene por qué cambiar. Sí que veo que hay edificios que están derribados y dan sensación de abandono, que igual es problema de los propietarios. La iglesia del Santo Sepulcro, con lo bonita que es, está igual que hace 60 años, peor, porque no se ha rehabilitado. Hay cosas que las has conocido, como la plaza de los Fueros antigua, que me encantaba como era antes, con su quisco y sus árboles, y ahora es muy diferente.

El comercio he visto mucho cerrado, gente que se jubila, gente que fallece. Cuando conocí Estella había un comercio estupendo, había de todo y se notaba que la gente gastaba. Pienso positivamente que Estella puede resurgir. Igual ha habido épocas en las que no han sabido venderla, pero Estella tiene posibilidades.

¿Qué les cuentas a tus amigos de Bilbao sobre la ciudad, cómo la vendes?
He llevado a compañeros de trabajo a Estella, y a todo el mundo le recomiendo la ciudad. Les digo, si quieres conocer un sitio bonito, ve a Estella, y les indico el camino. Creo que la sé vender y la intento vender. Aquí en Bilbao hay dos clubes, El Club Taurino y el Club Cocherito, les he propuesto hacer excursiones a una corrida de toros. Yo estaría encantado de la vida.

Soy de Bilbao, pero me gustaría decir que soy de Estella. No me importaría que Estella fuera mi pueblo. Lo que más siento es que las personas que me han conocido, a las que yo he querido, no me puedan leer.

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