El origen del proyecto que se ha denominado RRR (Recuperación y Reubicación del Reloj) se remonta a 2017, cuando unos vecinos conocieron la experiencia de restauración del reloj de la ermita de Santa Engracia en el término de Aizarna, en Guipúzcoa, llevada a cabo por la Asociación Yeregui. Nada apuntaba a que tres años después, durante una visita al campanario de la iglesia de Muez, la casualidad quisiera que la vecina Irene López-Goñi descubriera, olvidada y llena de polvo, una máquina antigua que podía ser el reloj de Muez.
Se iniciaron entonces contactos con Xabier Yeregui, maestro relojero impulsor de la asociación Yeregui. También con el arzobispado, entidad propietaria de la iglesia, y con la institución Príncipe de Viana, del Gobierno de Navarra. Para entonces, la voluntad de buena parte de las familias de Muez y la ilusión por recuperar un bien “olvidado” había puesto a rodar la maquinaria del auzolan.
Las piezas del reloj se trasladaron el pasado 26 de junio, bajo el asesoramiento de Yeregui, a una bajera vecina para poder ser limpiadas. Era el punto de partida más tangible del proyecto RRR, una iniciativa que está sirviendo también para hacer pueblo, para unir más si cabe a los vecinos en torno a un objetivo común y para recuperar parte de la memoria de la vida en Muez vinculada con el reloj.
En representación del grupo de vecinos, Irene López-Goñi relata la historia y ofrece la información relativa al reloj recabada durante este tiempo. “Aunque todavía hay mucho por investigar, sabemos que el reloj es una pieza de sonería, solamente. Sin esfera, y de estilo francés. Tiene unas piedras pesadas y un péndulo muy largo. Un ejemplar similar debe de estar expuesto en Santo Domingo de la Calzada, en el Museo de Relojes y Campanas”.
El de Muez daba las horas y las medias y funcionó perfectamente hasta que se marchó el último sacristán en los años 60. “El reloj hacía una labor importantísima para la gente del campo, que por él sabía, por ejemplo, cuando tenía que recoger los aperos para ir a comer, o en las casas, para pautar las medicinas a los enfermos. La labor social que el reloj tenía entonces era absolutamente fundamental”, añade la vecina. Las dimensiones del reloj, colocado sobre una mesa, son en torno a los dos metros de largo por metro y medio de alto.
Atraídos por el valor que tuvo el reloj en la vida del pueblo en décadas y hasta siglos pasados, el grupo de vecinos implicado en el proyecto de auzolan ha recogido el testimonio de los mayores quienes recuerdan anécdotas, como que al reloj había que darle cuerda cada día, lo que suponía subir hasta lo alto del campanario por una escalerita estrecha de caracol. “Se giraba una manivela y entonces subían las pesas, una labor física, ardua, que asumió el maestro de la localidad como una manera de complementar su sueldo”, añade López-Goñi. Una nota de 1756 hallada en los archivos del Arzobispado revela estos detalles.
El trabajo en auzolan, con la colaboración de la Asociacion, del Arzobispado y de la institución Príncipe de Viana echa a andar con pasos firmes y decididos con la intención de recuperar una joya de la vida rural del pasado y de exponerla, previsiblemente, en el interior de la iglesia. Sonar, confían en que sonará; aunque para evitar el deterioro de sus piezas en un uso diario lo haga solamente cuando en Muez “repique fuerte”.
Común en los pueblos
El hallazgo de Muez probablemente no sea un hecho aislado en los pueblos de Tierra Estella, puesto que el uso de relojes sonoros para medir el tiempo en el entorno rural era bastante habitual. Como ocurrió en la capital del valle de Guesálaz, cuando dejaron de usarse quedaron relegados al olvido, a pesar del valor patrimonial de las piezas, testigos de la vida de tiempos pasados. Los vecinos de Muez van a crear una página web donde contarán el proceso y animarán a otros pueblos a localizar y poner en valor los relojes de sus iglesias.