Un monolito recuerda a los dos guardias civiles asesinados por ETA en 1988

Un monolito recuerda a los dos guardias civiles asesinados por ETA en 1988

El Ayuntamiento de Estella-Lizarra homenajeó a José Antonio Fernández Álvarez y José Ferri Pérez, muertos en un coche bomba que estalló el 21 de agosto de hace 36 años en la calle Doctor Huarte de San Juan

Un monolito, obra del escultor estellés Carlos Ciriza, recuerda desde el pasado 21 de agosto a los dos guardias civiles asesinados ese mismo día de 1988 en un coche bomba que la banda terrorista ETA hizo estallar en la calle Doctor Huarte de San Juan. El lugar donde Antonio Fernández Álvarez y José Ferri Pérez, de 35 y 33 años, morían en el acto acogió un acto inaugural y de homenaje organizado por el Ayuntamiento de Estella-Lizarra y secundado por numerosas autoridades y vecinos.

Ante el monolito que lleva por título ‘Paz y recuerdo’ se dieron cita representantes del Ayuntamiento, con su alcaldesa, Marta Ruiz de Alda, al frente; la presidenta del Gobierno de Navarra, María Chivite, y consejeros; representantes de los cuerpos policiales y familiares de los guardias civiles asesinados, entre ellos el hijo de José Ferri, Miguel Ángel, que en 1988 tenía 10 años de edad.

Entre el público también se encontraban el artista Carlos Ciriza y Rosa López, quien ostentaba el cargo de alcaldesa de la ciudad del Ega cuando se perpetró el atentado y quien, con gran coraje en aquellos años, decidió instalar en el ayuntamiento la capilla ardiente de los dos guardias de tráfico asesinados.

El acto de homenaje, 36 años después, estuvo marcado por los discursos, como el que pronunció la primera edil, Marta Ruiz de Alda. “Las Administraciones públicas debemos impulsar las medidas precisas para garantizar el fortalecimiento de la sociedad civil, la promoción y la cultura de la paz, de la tolerancia, el respeto y el civismo democráticos rechazando cualquier actitud que promueva la violencia, el odio, la discriminación o la intolerancia o que atente contra la igualdad o la dignidad de las personas. Quiero agradecer vuestro trabajo a los cuerpos y miembros de la seguridad del Estado, que habéis visto sufrir a vuestras familias y amigos que se acostaban cada noche con la intranquilidad en la almohada esperando que la portada del periódico del día siguiente no llevara sus nombres”.

Ruiz de Alda se refirió también a las nuevas generaciones. “Como sociedad debemos empeñarnos en transmitir a quienes ya nacieron sin el terror de ETA que el estado de derecho se impuso a la barbarie, que la labor de los cuerpos de seguridad venció a los criminales y que la democracia ganó al terrorismo etarra. No podemos consentir que se repita la historia”, aseveró.
Asimismo, se refirió a la deuda que con la colocación del monolito y un recuerdo permanente salda la ciudad 36 años más tarde. “Se ha tardado mucho, demasiado, pero esperemos que hoy este acto sirva de reparación y abrazo sincero. Con vosotros y vosotras, siempre. Que nadie olvide. Gracias”.

El acto contó durante la casi media hora de duración con música de viola y violín en directo. Tras las intervenciones, la alcaldesa y Miguel Ángel Ferri destaparon la escultura que fue bendecida por el capellán castrense César Magaña. Varios fueron los ramos de flores colocados -de parte del Ayuntamiento de Estella-Lizarra, de la Asociación Navarra de Víctimas del Terrorismo y de la Asociación Pompaelo-, que días después seguían acompañando la memoria de las víctimas.

La escultura

‘Paz y recuerdo’, obra del escultor estellés Carlos Ciriza, representa una figura que recuerda a una flor que renace, como recuerdo vivo de los hechos que sesgaron la vida de Antonio Fernández y José Ferri. Se erige junto al lugar del atentado que durante años después mostró el agujero que la explosión produjo en el asfalto de la calle.

Tanto el homenaje como la colocación del monumento se producía en cumplimiento del acuerdo tomado por el Pleno del Ayuntamiento hace unos años y ha recibido una subvención de 7.200 euros de la dirección general de Memoria y Convivencia del Gobierno de Navarra.

Hace 36 años

El domingo 21 de agosto de 1988, a las 7.30 horas, un coche bomba cargado con 25 kilos de amonal y 40 kilos de metralla estallaba en la calle Doctor Huarte de San Juan alcanzando de lleno al coche de la Agrupación de Tráfico de la Guardia Civil en el que viajaban los dos guardiaciviles asesinados, agentes que unos días antes, el 11 de julio, habían colaborado en un aparatoso incendio que se produjo en la discoteca Trovador.

La entonces alcaldesa Rosa López convocó un Pleno para condenar el atentado y acordó instalar la capilla ardiente en la propia casa consistorial, gesto que convertía al Ayuntamiento en pionero. Los funerales tuvieron lugar en la iglesia de San Juan, con la presencia del entonces ministro del Interior, José Luis Corcuera; del secretario de Estado para la Seguridad, Rafael Vera, y del director general de la Guardia Civil, Luis Roldán. Una manifestación multitudinaria condenó el atentado de ETA, que conmocionó a la ciudad.

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