¿Ha sido un proyecto de mucho trabajo, de mucho detalle? ¿Ha costado?
Tenía que haber acabado antes, pero me atasqué con alguno de los escaparates. Por ejemplo con Librería Felipe, que tenía mucho detalle, y con Ultramarinos Finos. Estos dos costaron mucho. Las fotos que me cedieron eran en blanco y negro y tenían poca calidad. En la foto del escaparate de Ultramarinos solo descifraba “galletas” en un panel y, por la silueta de la mujer en la ilustración, conseguí llegar a la marca de las galletas, Patria, de Zaragoza.
Intento ser fiel a lo que veo, pero ha habido algo de investigación y de recreación. Alguna cosa me he tenido que inventar. Por ejemplo, utilicé una vajilla que tenía la tienda Pétalos en su escaparate para llevarla a Casa Platero y la puerta de Felipe la saqué de Zunzarren, que conserva una de las pocas que quedan de aluminio. También cogí de Internet ejemplos de latas antiguas, como de azúcar y de café.
¿Cómo te sientes, una vez que ha concluido?
Rara. Después de tantas horas invertidas allí, terminas y como que falta algo. Por la calle pasaban muchas personas, me traían el café, me hablaban por la mañana. Echo de menos, sobre todo, a la gente. Agradezco mucho el apoyo.
A veces me atasco en mi trabajo, cuando no lo veo como quiero, pero la verdad es que lo hago a gusto. Me siento realizada porque, aunque las cosas cuesten y no me guste a veces el resultado, tu percepción no tiene nada que ver con la de la gente. A menudo lo que más me ha costado y de lo que menos satisfecha me quedo, es lo que luego más gusta.
¿Te gusta pintar en la calle o encuentras más la inspiración en la intimidad?
En casa hace mucho que no pinto. Antes no me gustaba nada que me vieran pintar, si estaba haciendo algo y venía mi padre a mirar o en clase de pintura. O en los bares, que he pintado mucho en mesas de los bares… Pero ya me he acostumbrado, desde el mural del pasadizo.
¿Con qué te quedas de la experiencia de pintar en la calle?
La relación con la gente, que me apoya, me da la opinión y me ha tratado bien. Había quien venía todos los días a ver cómo avanzaba. Se entretenían con mi trabajo.
¿Te han contado muchas anécdotas los paseantes?
Un hombre venía cada día con frases que se ponían en los carteles de las tiendas. Me comentó una vez que había dos hermanos en Estella con negocios diferenciados que hacían pelotas a mano para los pelotaris y ponían carteles del tipo “mis pelotas son más grandes o mejores que las de mi hermano”, frases un poco picantonas.
La gente también me ha dado detalles de la historia de algunos de los establecimientos, porque los habían conocido. Me contaban que La Cubica era un lugar de reunión en fiestas donde los jóvenes después del encierro se juntaban a tomar un moscatel. Platero vendía vajilla de mucha calidad, muchas mujeres compraron el ajuar allí y algunas lo conservan. Al Sastre Usabiaga debieron de ir muchos hombres a hacerse el traje de boda y el propietario de Ultramarinos Finos, en la plaza, tuvo que marcharse exiliado con su familia a Andalucía con motivo de la Guerra Civil.
¿Qué significa para ti ver tu trabajo en diferentes puntos de la ciudad?
Por las escaleras en la zona de la plaza de toros voy de vez en cuando. El pasadizo es casi el que menos me gusta, es al que le veo más defectos. La verdad es que si no me pusieran plazo yo estaría ahí retocando y retocando. Me hace ilusión ver mis trabajos en las paredes de la ciudad, como cualquier otra colaboración que haga. La verdad es que está muy bien, sienta bien que la gente valore tu trabajo.
¿Pintar en la calle es un buen escaparate para una artista?
Éste mural ha sido el tema estrella. Vinieron las televisiones y ha tenido mucha repercusión.
¿Esperabas esa repercusión?
Yo no lo esperaba. Más que mi trabajo, ha sido la idea de pintar las fachadas con escaparates de comercios antiguos lo que ha llamado la atención.
Tu mural permite reflexionar sobre el comercio estellés. Cómo vecina, ¿cómo ves las situación?
Hace unos días el Ayuntamiento de Béjar, en Salamanca, me pidió una propuesta parecida a la de Estella para dar un poco de vida a los comercios y me dijeron que hiciera una visita virtual por la calle principal. Parece un pueblo más pequeño que Estella por el tipo de casas más bajas pero en habitantes ronda los 12.000.
Ves que tienen tantos locales cerrados que no deseas que le pase lo mismo a Estella. Su situación es parecida, con un descenso de población de 15.000 a 12.000 y situada a poca distancia de la capital.
Ves las fotos antiguas del comercio de Estella, establecimientos que hacían productos que duraban toda la vida, como un traje o una vajilla, y ahora que, por el contrario, estamos todo el tiempo comprando y consumiendo, parece mentira que el sector no esté bien. Es cierto que es otro momento y otra realidad, pero deberíamos apostar por nuestro comercio. También veo que debería haber más facilidades a la hora de poner un negocio y los alquileres están muy caros.
¿Qué otros proyectos tienes pendientes?
A raíz de este mural sobre el comercio he recibido bastantes propuestas de particulares y también de Ayuntamientos como el de Béjar (Salamanca) y, en Navarra, en Caparroso, Pamplona, Genevilla, Ayegui y Muniáin.
Ruta de los murales
Hace un tiempo, la Unión de artistas de Tierra Estella, URPE, colectivo al que pertenece Garbiñe Basarte, propuso al Ayuntamiento de la ciudad la creación de una ruta de murales en Estella. Se trataría de pintar en paredes de varios puntos de la ciudad que luego invitasen al paseo y atrajesen a visitantes. El Ayuntamiento está valorando está opción, al mismo tiempo que ha creado un censo de artistas locales que puedan participar en la iniciativa.
El comercio de tiempos pasados
Éste es el resultado final de los murales pintados en los bajos de la calleja Escultor Imberto: Librería Felipe, Antigüedades Eduardo Peral, Casa Platero, el Sastre Usabiaga, Licores Fernández-‘La Cubica’, Ultramarinos Finos y Discoteca El Trovador. Garbiñe Basarte también rinde homenaje en uno de los espacios al botero Díaz de Cerio y al pequeño local que publicitaba en su fachada ‘Se vente cal de Murieta’, además de recrear varias puertas antiguas. El trabajo, que ha costado cerca de cuatro meses, está ya terminado.