Por amor al patrimonio en Oteiza

Por amor al patrimonio en Oteiza

Varios vecinos del municipio trabajan en la creación de un parque temático dedicado a las construcciones en piedra seca que existen en el término

Por amor al patrimonio, el menor, que pervive en los campos del término municipal de Oteiza, varios vecinos trabajan en un pequeño parque temático dedicado a las construcciones en piedra seca. Este tipo de pequeñas edificaciones –fundamentalmente cabañas, aljibes y muretes que no emplean ningún tipo de argamasa para dar unión a la piedra- fue declarado en 2018 patrimonio inmaterial por
la Unesco.

Un estudio realizado en el pueblo contabilizó restos de más de cien construcciones en piedra seca en el término municipal de Oteiza, la mayoría cabañas de viña, pero también aljibes. Con esta información, los hermanos Santos y María Ángeles Torrecilla López y el fallecido Ignacio Inda iniciaron hace seis años un proyecto de recuperación de las quince cabañas y siete aljibes que se mantienen en la actualidad. Pronto encontraron el apoyo de Juan Cruz Igúzquiza Portillo e Isidro Dávila, que se pusieron manos a la obra como restauradores, y también de Carmen Arbiza Ayerra, al frente de la difusión del proyecto en redes sociales.

La iniciativa da ahora un paso más. Desde hace meses, los hermanos Torrecilla, Igúzquiza y Dávila ejercen como maestros canteros en esta segunda fase de un proyecto que desarrollan de manera voluntaria, con el apoyo del Ayuntamiento, en el entorno de la antigua tejería. Su misión es construir desde cero un ejemplo de los tres tipos de construcciones que existen en el municipio –caseta de viña redonda, caseta cuadrada, aljibe y un muro de piedra seca- para informar a vecinos y visitantes sobre este patrimonio. Paneles informativos, de los que se encarga otro vecino, Jesús Morentin, completan la iniciativa.

Explica Isidro Dávila que el alma mater es José Cruz Igúzquiza, vinculado al sector de la construcción. “Los demás no sabíamos nada de todo esto y hemos aprendido sobre la marcha. Yo siempre he tenido inquietudes por la arqueología y me han gustado estas cosas. Lo que queremos es recuperar este patrimonio y que se conozca. Llama la atención de la gente y ya ha venido algún grupo a visitarlo y ver cómo vamos”, explica.

Piedra sobre piedra, sin más ayuda que este material, avanzan poco a poco las construcciones. “Lo más difícil son los techos. Son abovedados y poco a poco se va ganando terreno. La verdad es que es muy curioso. Y muy gratificante”, añade Dávila.

Las caballas de Oteiza son mayoritariamente de viña, utilizadas antiguamente para guardar aperos en piezas dedicadas al cultivo de la vid, si bien se mantiene una de pastor, la más antigua, datada en 1756. El resto son más recientes, de finales del XIX y del XX. En cuanto a los aljibes, se utilizaban para beber y para que los trabajadores del campo se aseasen. “Son de arcilla y el arcilla conserva el agua que está parada. Cuando restauramos las que quedan encontramos en algún caso hasta la lata que se empleaba para beber. Es curioso, que aunque las caballas fueran privadas y estuvieran en una pieza particular, su construcción se hacía e auzolán, por lo que las puertas estaban prohibidas para facilitar el uso público”, detalla Isidro Dávila.

Como colofón a una iniciativa redonda, los vecinos disponen de 5.000 euros de los proyectos participativos del pasado año para señalizar siete rutas a pie que unen de diferente manera las quince cabañas y los siete aljibes restaurados por el equipo de vecinos de Oteiza. Todo por amor al arte y al patrimonio.

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