
Las hermanas Lucía y Puy Odria fueron recibidas con un aurresku en la plaza de Santiago. La sala de actos de la Mancomunidad de Montejurra se convirtió en la sede de un homenaje lleno de humanidad. El presidente de la Fundación Irujo Etxea se dirigía así a los homenajeados: “Hoy volvéis a vuestro pueblo a recibir un premio que quiere reconocer vuestro valor y esfuerzo por rehacer vuestra vida, tras haber padecido en vuestra infancia el exilio tras el golpe franquista, el sufrimiento de los campos de concentración, la pérdida de los seres queridos y la marginación de la postguerra”.
Las hermanas Odria nacieron en la calle Carpintería, en una familia de padre republicano, dedicado a la pintura y decoración. La familia huyó exiliada de Bilbao, donde residían y murió la madre Braulia Larrión, a Francia en 1937. Con la invasión nazi, la familia llegó en un convoy de civiles a los campos alemanes. Los hombres fueron separados de las mujeres y los niños. “Estábamos en un vagón que tenía unas ventanas arriba y vimos cómo se los llevaban”, explicaba Puy Odria en referencia a su padre Antonio y a su hermanastro Josetxo, que también fue asesinado. El resto de la familia quedó encerrada en el convoy hasta que unos ferroviarios los rescataron y pasaron a la frontera. Regresaron a Estella, a la casa de la Misericordia, en donde su porvenir tampoco fue nada sencillo.
El acto estuvo amenizado por la coral Ereintza y la familia estuvo arropada por numerosos ciudadanos de “la vieja Lizarra que nunca os debió haber olvidado” y por representantes políticos y sociales.