Daniel Senosiain Urra abría la tienda Semillas Daniel Senosiain en 1920. Dos años después se casaba con Julia Andueza y fruto del matrimonio nacieron siete hijos. Carmen Senosiain, la tercera hija y de profesión maestra, continuaba el negocio familiar en 1974 hasta el año 2000, cuando cerró sus puertas.
“Mi padre era importador de semillas. Traía, por ejemplo, remolacha forrajera de Polonia, pero con las guerras en Europa y la de España, se prohibió el comercio. Entonces iba a caseríos a por cestos de mimbre, espartos y a por las escobas de brezo, para luego venderlas en la tienda. Vendíamos a toda la merindad”, recuerda Carmen Senosiain, de 91 años y con una memoria envidiable.
La tienda de la calle Mayor servía productos relacionados con la vida y el trabajo en el campo; además de los cestos y las escobas y simientes, las albarcas de goma. Su venta y la imprescindible utilización en el campo llevó al fundador del negocio a confeccionar los escarpines de lana, con la ayuda de su mujer y de su hija Carmen. “Mi padre cortaba los escarpines y mi madre los cosía. Yo hacía los ojales y ponía los botones sin nudos. También, por docenas, había que darles la vuelta”, cuenta Carmen Senosiain.
Minuciosa elaboración
Aunque en aquellos años Carmen se encargaba de los acabados de los escarpines, adquirió el conocimiento de todo el proceso, lo que le ha permitido compartirlo y guardarlo gracias a su testimonio para el DVD. En el trabajo documental, la vecina desvela, paso a paso, los detalles de la elaboración como si nunca hubiera dejado de confeccionarlos. Tampoco le tiembla el pulso con la aguja, la máquina de coser antigua ni las tijeras. “En otoño era cuando marcaba”, cuenta.
Para marcar utilizaba los patrones y después cortaba las piezas. A continuación se unían las partes de una determinada manera para que encajaran como un puzle y dieran el resultado final. También se les colocaba refuerzos con badana, un material parecido al cuero que suministraban a la familia artesana los curtidores de Estella. “Mi padre me daba dos reales a la docena por mi trabajo”, añade la mujer.
Cada prenda tiene su momento y con el progresivo abandono de la vida en el campo y el uso del tractor -que distancia al labrador del terreno y del barro- las albarcas y, con ellas, los escarpines dejaron de ser necesarios.
Como un recuerdo muy vivo en la memoria de Carmen Senosiain, y como un homenaje al trabajo artesano de su familia, hoy la historia de la elaboración de escarpines de lana se guarda intacta en el Museo Etnográfico Julio Caro Baroja.
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Donación de material al Museo
La historia de la familia Senosiáin llegó por casualidad a conocimiento de la directora del Museo Etnográfico Julio Caro Baroja y Directora General de la sección de Museos del Gobierno de Navarra, Susana Irigaray. “No conocíamos la existencia de los escarpines en Estella ni que hubiera todavía quien supiera elaborarlos. Sí que era una pieza propia de la época y aparecía en libros de indumentaria e iconografía, pero nos pareció muy interesante contar con el testimonio”, explica. La tradición artesana de los escarpines Senosiain encajaba a la perfección en el proyecto que realiza Gobierno de Navarra sobre patrimonio inmaterial y que consiste en la realización documentales etnográficos.
Carmen Senosiain daba un paso más en la conservación de la tradición de su familia y donaba al Museo algunos de los utensilios empleados durante décadas para hacer escarpines de lana; en concreto, los patrones para cortar las piezas de lana, unas tijeras antiguas, una cuchilla para cortar las badanas para los refuerzos, el último par de escarpines elaborados para vender en la tienda y el par que confeccionó con sus propias manos para la grabación del documental. “Carmen se ofreció, consciente de que la tradición no tiene seguimiento y consciente también de que era la mejor manera de guardar la memoria de su familia, de lo que hacían y de cómo lo hacían. Es la mejor manera de conservar y de garantizar la memoria”, añade Susana Irigaray.