¿Cómo surge esta afición por la genealogía?
Desde hace muchos años tengo amistad con el párroco y también con el secretario del pueblo en Muniáin-Aberin y Morentin. Comencé hace unos veinte años en esto porque tenía acceso a las partidas de nacimiento y de bautismo. Leía cosas, me daba curiosidad y me entró la afición.
¿Cómo empiezas?
Mis fuentes son los archivos parroquiales y el registro civil. Empecé con la familia, a leer la partida de nacimiento de mi padre. Después hice la de la familia de mi mujer, seguí con los amigos y una vez que tuve la de las familias y las de los amigos me di cuenta de que tenía a casi todo el pueblo localizado. Ocurre que Muniáin, Aberin y Morentin son pueblos pequeños, con unos 300 habitantes en total. He hecho unos 200 árboles genealógicos, cuantos más haces más fácil resulta hacer otros por la interrelación. En mi opinión, lo curioso y lo bonito es eso. A veces coges un árbol y dices ¡ay va!, por eso mi abuela tenía relación con aquella otra persona, es que eran parientes. El árbol ayuda a entender cosas del pasado familiar.
¿Qué te ha sorprendido?
Muchas cosas. Antes ocurría que la mayor parte de los vecinos se casaban con gente del pueblo o del de al lado. Sin embargo, en Morentin en concreto, me llamó la atención que en un porcentaje muy grande de las parejas que ahora tendrían 100 o 120 años, me refiero igual a un 80%, las mujeres procedían de fuera del pueblo, de otras zonas de Tierra Estella y de Navarra. Eso me sorprendió.
¿Qué tiene de apasionante esta afición?
Enganchar, engancha. Cualquiera que está en esto, lo sabe, porque ves los orígenes de cada familia, la evolución de los apellidos y llegas también a los pueblos de donde procede cada persona. Familias que crees que son del pueblo de siempre, igual descubres que sólo están desde hace tres generaciones, cien años, que no es nada.
¿Cuál es el objetivo de tu afición?
Intento llegar al origen de un apellido. En muy pocos se puede llegar más allá de finales del siglo XVI. Del siglo XVIII encuentras a todos los miembros de una familia, pero el siglo XVI es el límite porque la iglesia comenzó a inscribir después del Concilio de Trento, que se desarrolló entre 1545 y 1563. Por su parte, el Registro Civil de España comenzó en casi todos los pueblos en torno al 1870. Cuando estás metido en esto dices, pero si esto es antes de ayer.
¿A cuántas generaciones hacia atrás has podido llegar?
Lo habitual son diez o doce generaciones, pero tengo un caso en concreto que el árbol se remonta hasta el 1485.
¿Cuál es el proceso de un árbol? ¿Es complicado?
No es complicado. Los familiares más próximos, los recientes, ya los sabes. Todo el mundo conoce cómo se llaman sus padres y cómo se llamaban tus abuelos. Después coges a los abuelos y vas buscando en los archivos para conocer quiénes eran sus padres y sus abuelos y, así, sigues escalando. A veces hay algún error que te hace perder mucho tiempo pero puedes subsanarlo y seguir investigando si buscas la documentación de otros hermanos.
¿Revela la Genealogía secretos familiares?
A veces encuentras algo, ves cosas. Algo que me chocó al principio es que muchas personas se quedaban viudas, comprensible entonces porque no había medicinas ni alimentos. Era gente muy trabajada, mal alimentada y había poca medicina, por lo tanto, la mortalidad era muy alta. La genealogía me ha ayudado a no juzgar. Los viudos o viudas se quedaban con dos o tres críos y se tenían que casar por narices para atenderlos, por necesidad. Si ellas se quedaban viudas, ¿quién atendía a los hijos mientras iban al campo? Si moría el marido, ¿quién traía a la mujer el sustento? En general se casaban con hermanos o hermanas y todo quedaba en casa. En estos casos, el árbol genealógico no variaba apenas.
A veces el estudio de la genealogía también revela cosas que quizá no se sabían. Por ejemplo, se daba a veces que, cuando morían un abuelo y una abuela de un lado y del otro, los viudos se casaban entre sí. Me ha tocado ver esto en dos o tres familias y sé de una en concreto que no conocía este hecho. Pienso que en aquellos tiempos se veía como algo natural que a veces ni se explicaba a los niños pequeños y así quedó la historia familiar.
Por otro lado, las partidas de nacimiento lo que ofrecen también, como curiosidad, son las profesiones de los progenitores. Sale a la luz a qué se dedicaba la gente de estos pueblos y, aunque la mayor parte eran labradores, también había zapateros y muchos otros oficios.
“La Genealogía me ha ayudado a no juzgar”
¿Más curiosidades?
Otro aspecto que me ha llamado la atención durante estos años es el tema de los apellidos dobles, que se han perdido, que han dejado de registrarse como tal. Solían ser los García, los Fernández, los Martínez, que habían prescindido de la segunda parte del apellido. He visto en mi pueblo en concreto, dos Garcías, un García de Villoslada y otro García de Asarta, también Díez que eran Díez de Tejada, y más curiosos todavía un Jiménez que eran Ximenez de Leorin.
En otras ocasiones ocurre al revés, se pierde el primer apellido, el más común, y se quedan con el segundo: Barrena, Arnedillo, Vicuña, que fueron Fernández Barrena, Sanz de Arnedillo y Sanz de Vicuña. ¿Por qué se hacía esto? Supongo que se quedarían con la segunda parte del apellido por diferenciarse. Los apellidos modificados a veces complican la labor de los árboles genealógicos porque buscas por un apellido y ese apellido no es, porque se había perdido la mitad.
¿Qué valor le da la gente cuando recibe la genealogía sobre el papel?
Generalmente les encanta y son agradecidos. Para mí esa es la mayor satisfacción porque yo no lo hago para mí. Miran el árbol y se extrañan, porque ven los pueblos de donde venían sus descendientes. Hay que pensar que generalmente no se tiene conocimiento más que hasta los abuelos. Y diría más, la gente de mi generación no ha conocido ni a sus abuelos. Quería aprovechar para agradecer a todos los que me han ayudado y facilitado datos de los registros de los registros civiles y parroquiales.
ME QUEDO CON...
Un apellido, Ximenez de
Leorin
El apellido Ximenez de Leorin es muy especial para el aficionado a la Geneaología José Urra. Se trata del apellido que le ha permitido retroceder más en la historia de los cerca 200 casos que acumula, en concreto, como dice él, hasta antes del Descubrimiento de América, hasta el 1485. La investigación tiene su historia.
“El apellido Jiménez me daba curiosidad por ser de una casa que en el pueblo de Muniáin tenía cierta influencia, con descendientes marqueses, un general… Ocurrió que la casa se vendió y los nuevos dueños hicieron limpieza y quemaron los papeles. A través de un amigo una parte de esos papeles llegaron a mis manos, un paquete de documentos con tapas de madera de roble. Yo digo que fue una gran casualidad, porque allí, entre los papeles se encontraba precisamente un árbol genealógico hecho por la propia familia que se remontaba hasta 1757. Yo tenía hecha la historia familiar hasta el 1650, era todo lo que había podido llegar. Así que cuando vi el papel antiguo que coincidía con el mío, que había que darlo por bueno y que me permitía seguir hasta 1485 no me lo podía creer. El apellido Jiménez era realmente Ximenez de Leorin y puedo decir que existe actualmente descendencia directa”.