
Carlos Urriza, alma mater del grupo, recuerda los inicios de un colectivo que ha estado siempre presente en la vida y los acontecimientos del pueblo. “La promotora en realidad fue mi mujer. Ella es de Arellano y me dijo, ¿por qué no hacemos una charanga? Puse un cartel en el bar y se apuntaron 22 personas. Teniendo en cuenta que Arellano tenía 220 habitantes, era un diez por ciento, muchísimo”, cuenta.
Fueron tiempos de mucha dedicación, y también llenos de diversión. La afición lo podía todo, y Urriza tuvo que esmerarse a fondo con las clases de solfeo. “Empezamos y pronto hubo que comprar instrumentos, que eran y son muy caros. Todos nos volcamos”.
La primera salida fue con motivo de San Veremundo, pero celebrado en marzo. “Salimos con cuatro canciones a la calle, pero ha sido cuando más nos han aplaudido en la vida, aunque tocábamos mal de narices. Nadie sabía agarrar el instrumento. Nadie había tocado antes. Tenía todo mucho mérito”, ríe el ya ex director.
Treinta años han dado para mucho, para idas y venidas de “músicos”, también para defunciones y pérdida de amigos, así como citas cargadas de ritmo en Olentzero, Reyes, San Isidro, fiestas pequeñas y fiestas de agosto. Todos los acontecimientos en Arellano llegaban acompañados del buen ambiente de un repertorio de pasacalles, mexicanas, valses, pasodobles y mambos. “Un poco de todo para no aburrir a la gente”.
Marijose Ruiz es una de los ocho integrantes que el domingo también dijo adiós. En su lugar está su hijo; de hecho, en miembros como él, ya con formación musical, tiene la charanga la esperanza de un futuro. “La verdad es que nos lo hemos pasado muy bien con la charanga, hemos disfrutado cada momento. No habíamos visto nunca un pentagrama pero en aquellos inicios nos lanzamos. Esperamos que ahora los que se quedan y otras personas le pongan las mismas ganas, es hora de dejar el relevo”, apunta. Junto a Marijose Ruiz y Carlos Urriza también se despedían Lupe Arrastia, Melchor Martínez de Morentin, Pedro Martínez de Morentin, Loli Arrastia, Pablo Arrastia, Patxi de Goñi y Mikel.
La celebración del pasado 1 de mayo, con sabor agridulce a despedida, fue una memorable fiesta durante la que no faltaron la música, las fotografías, una tarta muy especial, placa conmemorativa para el director y, sobre todo, muchos, muchos, recuerdos.