En los colegios de Educación Infantil y Primaria de Estella los protocolos y medidas de seguridad, así como la responsabilidad de todas las partes de la comunidad educativa, está permitiendo capear la situación. Los cuatro centros –C.P. Remontival, Santa Ana, Lizarra Ikastola y Mater Dei, en Ayegui- han tenido que aislar varias aulas al detectar un positivo en los grupos estables de convivencia, pero la rápida respuesta y activación de los protocolos está permitiendo seguir adelante con la actividad. Los contagios, en todos los casos excepto uno, se produjeron fuera de los centros y sin propagación dentro de las unidades convivenciales.
La directora del colegio público Remontival, Itxaso Valencia, afirma que todo el esfuerzo de la comunidad educativa ha merecido y sigue mereciendo la pena. Durante el verano, el centro se volcó en el diseño del Plan de Contingencia, que recoge las medidas sanitarias, la organización de las entradas y salidas, de los recreos, del comedor y del transporte, para minimizar riesgos. “La incertidumbre estaba ahí al principio, pero vemos que todo el trabajo está teniendo sus resultados. Las cosas funcionan. En varios encuentros con la Apyma y el Consejo Escolar percibimos satisfacción porque no nos hemos visto envueltos en ninguna situación no controlable”, explica.
El centro público, con 660 alumnos, tuvo durante el primer trimestre varias clases confinadas, casos positivos que vinieron de fuera. “El uso de la mascarilla se cumple a rajatabla en las clases, en el transporte y en todos los espacios comunes. Cruzamos los dedos, pero desde la vuelta de Navidad en esta tercera ola no hemos tenido ni un caso. A ver si seguimos así, es muy importante no bajar la guardia”, apunta Valencia.
Uso de la mascarilla con naturalidad
Plenamente conscientes del riesgo de relajar las medidas, el resto de colegios continúa su labor presencial con el objetivo de alcanzar junio. En el colegio de Santa Ana sus 406 alumnos se han adaptado muy bien a la nueva realidad, a los hábitos de higiene, a la necesidad de mantener distancias y a relacionarse solo con su grupo. “La mascarilla la llevan con mucha naturalidad, las entradas y salidas al centro son escalonadas y muy respetuosas, los chicos y las familias está respondiendo muy bien”, explica la directora del colegio Santa Ana, Mª Puy Barbarin.
Recuerda Barbarin que tras un verano de vorágine llegó septiembre con dudas sobre cómo el plan de contingencia funcionaría en la práctica. “Estaba todo en el papel, pero la práctica es muy tozuda a veces. No sabíamos cómo iba a evolucionar la enfermedad, cómo iban a responder los niños porque todo era nuevo. Pero avanza el curso y aquí estamos”, cuenta con satisfacción.
También en Santa Ana, el aislamiento de algunos alumnos por ser contactos estrechos de positivos y el confinamiento de grupos estables de convivencia forma parte de la nueva normalidad. En esta primera parte del curso, tan sólo hubo un contagio dentro del aula.
En un ejercicio de ver la botella medio llena, la resiliencia es un aspecto positivo que ha traído consigo la pandemia. También la introducción más intensa de los medios digitales y la tecnología en el desarrollo de las clases. “Los alumnos han demostrado con creces su capacidad de adaptación y de superación. Todos, la sociedad en su conjunto, nos hemos dado cuenta que somos capaces de afrontar esta situación y mucho más”. En cuanto a la tecnología, los alumnos confinados han estado en contacto continuo con el centro a través de la plataforma educativa del colegio.
Resiliencia y medidas
En la resiliencia que está mostrado el alumnado de Lizarra Ikastola hacía hincapié el director de Lizarra Ikastola, Josu Sueskun. “Su capacidad de adaptación a la situación es espectacular, nos sorprenden día a día. Son capaces de dar la vuelta a cualquier situación, su sonrisa se intuye tras la mascarilla y agradecen cualquier gesto que les rompa la rutina”, explica.
La resiliencia y también la aplicación rigurosa de las medidas son las claves que salvan un curso de pandemia y de gestión. “Hacemos una valoración positiva porque cuando planificábamos en verano teníamos la duda de si íbamos a estar quince días abiertos o qué iba a pasar. La realidad es que hemos tenido tres aulas confinadas en lo que va de curso y estamos muy contentos porque todos los contagios se han producido en el exterior. Somos bastante estrictos en las medidas de ventilación, limpieza de manos, distancia social, mascarilla y queremos agradecer a la familias su responsabilidad a la hora de cumplir y de no traer a los niños ante la duda para proteger al resto”, asegura.
Sueskun explica que aunque el curso avance, la amenaza del virus no se puede obviar y la incertidumbre sigue ahí. “La tensión es permanente y esa tensión ha de existir para no relajarnos”, añade.
Los proyectos colaborativos, los espacios compartidos y la imposibilidad de realizar actividades que trasladen la vida del centro con 600 alumnos a las calles de la ciudad son algunos de los aspectos especialmente afectados este curso. Kalejiras como la de Olentzero, Santa Águeda y ahora, Carnaval, se han tenido que adaptar al pequeño formato en el interior de las aulas o en el patio, garantizando las unidades estables de convivencia.
“Se está haciendo duro porque las actividades forman parte de nuestra dinámica, especialmente difícil en este sentido por ser el año del Oinez, que había supuesto un esfuerzo y un trabajo extras. Pero seguimos nuestro día a día con la misma intensidad, contentos y con ganas de que llegue la nueva nueva normalidad y que el curso próximo se asegure la presencialidad, que es buena para todos, para el alumnado y para la sociedad”.
El acierto de la presencialidad
La modalidad educativa presencial ha sido el principal acierto de este curso después del anterior, que estuvo marcado por la educación a distancia durante los cuatro últimos meses, consecuencia del confinamiento domiciliario decretado por el Gobierno el 14 de marzo. Para el director del colegio Mater Dei, Andrés García, que los alumnos acudan físicamente a clase es totalmente necesario. “Se ha visto que a ciertas edades, cuando su autonomía no es muy grande, el trabajo online apenas es posible; sin embargo, una educación presencial tiene aspectos imprescindibles para el desarrollo adecuado de los niños y las niñas. Para la conciliación laboral y familiar los coles también son imprescindibles”, argumenta.
La capacidad de adaptación que exige la pandemia la han demostrado todos los centros, también Mater Dei, tomando todas las medidas necesarias para garantizar la seguridad sanitaria. “En nuestro caso vivimos unos inicios de muchas ganas e ilusión por retomar la actividad en septiembre, pero desde el principio entendimos que era importante aprender a vivir el cole de una manera diferente a la habitual”.
De ahí, explica García, los cambios en espacios, de horarios y rutinas y los protocolos necesarios. “A día de hoy podemos decir que las cosas están yendo mejor de lo esperado. Estamos contentos porque no ha habido transmisión en el centro. Vemos que haciendo las cosas de manera ordenada y cumpliendo las normas es posible que 460 personas entren y salgan a diario sin mayor problema. Los coles están funcionando”.
La organización de actividades y proyectos que implican a diferentes grupos se ha visto afectada, como en el resto de colegios. Es algo que el centro echa de menos y que espera se pueda recuperar pronto. “Confiemos en que el próximo septiembre sea ya de nueva normalidad y, si no, estamos seguros de que no será tan estresante para las familias, los alumnos y el profesorado porque sabemos vivir en pandemia y hemos comprobado que funciona el día a día en el centro”.
Junio está más cerca.