Discoteca El Trovador

Discoteca El Trovador

La sala de fiestas de Estella cumplió en pandemia 50 años de funcionamiento

La sala de fiestas Trovador se inauguraba un 24 de agosto de 1970. Han pasado ya cincuenta años, medio siglo de vida de uno de los locales más emblemáticos de la ciudad del Ega, testigo de incontables momentos de ocio y diversión de tres generaciones.

Cincuenta años es el tiempo que su actualmente único propietario, Demetrio Elizalde, ha estado vinculado a la sala. Comenzó desde el principio como camarero los fines de semana hasta que en 1972 los fundadores de la sala de fiestas, Federico Ripa y Domingo Abadiano, le hicieron fijo y le atribuyeron las funciones de gestor.

Demetrio Elizalde trabajó para la sociedad hasta el incendio de 1988, punto de inflexión en la historia de la discoteca y en su vida profesional. “Los propietarios la dejaron y la compramos cuatro socios: Pablo Fernández Arrastia, Pepe Ayúcar, Iñaki Astarriaga y yo. Hubo que hacer una reforma integral, obligada por el suceso y por la necesidad de adaptarnos a las nuevas normativas. El 27 de octubre de 1989 abría sus puertas el nuevo Trovador”.

Como todos los negocios de larga trayectoria, el Trovador navegó entre mejores y peores etapas, entre tiempos buenos y otros que no lo fueron tanto. “Los tiempos cambian, las costumbres también y por lo tanto evoluciona el negocio. En 1998 nos quedamos Iñaki Astarriaga y yo al frente y realizamos otra reforma. La última la hicimos en 2010 había que darle un nuevo rumbo y un nuevo aliciente al cliente”, explica.

La situación actual de pandemia es una nueva prueba de fuego para este negocio que vive de la noche. El estado de alarma y sus limitaciones, como la reducción de aforos y el toque de queda, representa un duro golpe para la discoteca que lleva un año sin abrir sus puertas. Durante dos meses en verano, tras la desescalada, el local retomó la actividad con adaptación de horarios y aforo reducido, pero la apuesta no fue rentable.

“El reto viene ahora, volvernos a adaptar a una nueva situación que aún no conocemos. El momento es malo pero como tenemos el local y el personal es solo de fin de semana se va tirando, pero ¿hasta cuándo va a durar esto? Si trabajas, el local funciona, a la gente le gusta la fiesta, pero ahora estamos desorientados, no sabemos cuál va a ser el comportamiento de la gente a la vuelta de la pandemia. ¿Qué haremos? Veremos cómo nos reinventarnos”, explica su propietario.

El toque de queda a las 23 horas en Navarra ha llevado a la juventud a vivir la “fiesta” por la tarde, a consumir el cubata “de tardeo”. “Es una costumbre buena, el cubata de la tarde es el mejor. Pero cuando la gente vuelva a recuperar su libertad, veremos, porque a los jóvenes les gusta la noche”, añade.

Nostalgia de tiempos pasados

La nostalgia se apodera de los recuerdos cuando la memoria retrocede varias décadas en el tiempo, a aquellos primeros años del Trovador, una sala exclusiva que siempre cobró entrada y que tuvo que hacerse hueco entre la competencia de salas que entonces convivía en Estella. “En los primeros años, en el 70, 71, 72 y 73 el sábado se abría la segunda sesión a las once de la noche y a las tres se cerraba. Lo sorprendente era que el domingo, día fuerte, a las seis de la tarde ya había cola esperando para entrar. Era una sala coqueta, una preciosidad con moqueta roja, con luces rojas. La gente bailaba mucho, teníamos media hora de agarrado y media hora de suelto. Disponíamos de unas cien mesas atendidas por cinco camareros. También había unos barandados alrededor de la pista que funcionaban bien para ligar”, recuerda.

La competencia más fuerte para el Trovador desde los inicios fue la sala Oasis, también el Aster y otros locales de baile que funcionaban entonces en Estella como el Naxos y el Lizar Jai. “El ambiente era buenísimo, también en el vermú. ­Nosotros dábamos vermú. Como aquellos tiempos no he vuelto a vivir ni viviré. Se siente nostalgia porque el cliente era como un amigo”.

Hitos como el cambio en la ley de alcoholemia y la irrupción de los diferentes estilos musicales, como la época del bacalao, contribuyeron a modificar la evolución de la sala Trovador. Cincuenta años han dado para mucho. “En todo este tiempo por aquí han pasado padres, hijos y nietos, y yo diría que hasta cuatro generaciones. Precisamente por eso, por la importancia que el Trovador ha tenido siempre en Estella, nuestra pena es no haber podido celebrar el 50 aniversario de la sala por la situación sanitaria”, añade Demetrio Elizalde. Todo llegará.

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