La canción ‘Time’, de Pink Floyd, introdujo en los años 70 a Gorria en nuevos gustos musicales que trasladó en 1983 al local de la calle Estrella, cuando asumió la gestión del negocio familiar. Y fue ‘Time’, a modo de homenaje, la última pieza que se escuchó en su bar el día que de icónico el Pigor se pasó a ‘mito’.
‘Time’ habla del paso del tiempo, de disfrutar del momento y de volver a casa, al hogar. El Bar Pigor ha sido refugio de innumerables clientes que buscaban disfrutar de su tiempo. “Siempre he procurado que la gente esté como en su casa, que hubiera un buen ambiente y la música ha sido muy importante, un elemento de distinción. El reguetón sólo ha sonado alguna vez mientras yo me marchaba al baño”, cuenta Gorria.
Efectivamente, una máquina de poner canciones presidía el bar y por los bafles Bose han sonado ininterrumpidamente las mejores piezas del blues, soul, rock, regae, rithm&blues y música negra. “La música negra, especialmente, siempre me ha gustado mucho”.
Y junto a canciones inolvidables, una estética diferente, identificativa: fotografías, motivos y referencias a la Ruta 66, que Gorria recorrió en moto en el 2002, le daban al recién clausurado bar una esencia especial.
Gracias a los parroquianos
Los recuerdos afloran cuando Gorria piensa en sus parroquianos, los buenos momentos vividos detrás y delante de la barra. “De todos estos años me quedo con la gente. Tengo un recuerdo imborrable de personas que han fallecido, que han tenido detalles con nosotros. Me acuerdo de Fermín, enterrador en Estella. Mi padre le decía, “Fermín, a ver si vienes a almorzar a mi tumba”; de Antonio Jordana, de Josu el Marqués, de Conrado Corcuera, y me dejo muchos. Todo ha sido gracias a los clientes. Sin clientes hubiéramos durado un telediario”.
Los gestos de cariño se han repetido en los últimos días, cuando se supo que el Bar Pigor de Juan Carlos Gorria no abriría más. Junto a él, incondicional durante años, su mujer ha preparado los bocadillos, las hamburguesas, los pinchos de ali-oli cuya receta es secreto callado. “Mi mujer, Chus Plaza, ha sido la reina del bar. Y mi hijo Jon me ha ayudado mucho sobre todo en los últimos tiempos”, reconoce Gorria.
Cincuenta y seis años después de la apertura que realizó el fundador Juan Gorria (padre) y tras la jubilación de Juan Caros, el Bar Pigor aspira a vivir una nueva etapa. Se resiste a caer en el olvido. “Espero y deseo que lo traspasemos y alguien le dé continuidad”. Que así sea.
Negocio familiar
Negocio y vida siempre han estado unidos para Juan Carlos Gorria. Su padre, Juan Gorria, abría el bar Pigor el 27 de abril de 1966 cuando Juan Carlos tenía 9 años. La familia vivía encima del local por lo que estar en el bar era estar como en casa. El fundador nunca trabajó detrás de la barra, sólo lo gestionó, como más tarde haría también con el Florida, junto a su socio Moliner. Pasaron unos años hasta que en 1976 Juan Carlos Gorria empezó a trabajar en el Pigor y en 1983 asumió la gestión. En 1982, el local recibió la primera reforma con una estética de cafetería. El aspecto hoy conocido llegó años más tarde y entrar en el Pigor se convirtió entonces en un verdadero viaje al interior de Estados Unidos con el valor añadido de la buena música.