
““Es impensable que subamos la cuota. No podemos subirla”“Una reunión el viernes 29 de octubre entre el club, el Patronato, el Ayuntamiento y Bienestar Social puede arrojar algo de luz. No obstante, el vicepresidente de la asociación de jubilados, Carlos Ajona (Aberin, 5/12/1941), asegura que lucharán para seguir adelante con el club donde está ahora.
¿Cómo recibieron la noticia del cambio de condiciones?
Nuestro contrato de alquiler del local con el Patronato termina el 31 de diciembre y fue en febrero cuando nos llamó el asesor del Patronato para decirnos que cuando cumpla nos suben cinco euros el metro cuadrado. Esto supone pasar de los 600 euros que pagamos ahora por los 700 metros cuadrados a 3.500 euros. Sin posibilidad de negociar, eran sus condiciones para otros diez años, más el incremento del IPC.
¿Qué explicaciones les dieron?
Nos dijeron que era el precio del mercado. Pero nuestro contrato dice que ambas partes se comprometen a negociar otro contrato, nosotros no tuvimos ningún margen de negociación, nos han impuesto sus condiciones. Hablamos con el párroco de San Juan, que es el presidente del Patronato, y nos respondió que tienen muchas necesidades en el asilo y que pidamos dinero para poder pagar el nuevo precio del alquiler.
¿Lo consideran un abuso?
El patronato no ha demostrado nada de sensibilidad. Nuestro club vive de subvenciones y somos la asociación de jubilados que más paga de toda Navarra. Es impensable que subamos la cuota, no podemos subirla, mucho menos en los tiempos que estamos. Si subimos cinco euros la tasa, muchísima gente se dará de baja.
¿Se imaginan un club sin un lugar de reunión?
No tendría sentido. El espíritu de este club es la interrelación entre las personas para que se traten. Y éste es el único lugar auténtico que tiene para estar la gente mayor. Tampoco hay que olvidar que el local acoge más de cincuenta reuniones de vecinos al año, hay reuniones casi todos los días. A cambio aportan un donativo de 10 euros para sufragar los gastos de calefacción y luz estén, una, dos o tres horas.
¿Se sienten escuchados, atendidos?
Ahora sí, porque hemos dado a conocer el problema. Las partes implicadas están tomando cartas en el asunto. El día 29 tenemos una reunión con el Ayuntamiento, Bienestar Social y el Patronato, y esperamos que termine con buenas noticias. Queremos seguir desarrollando nuestra actividad en el mismo lugar.
¿Se barajan emplazamientos alternativos?
Es difícil encontrar un local lo suficientemente grande. La alcaldesa nos habló de las salas de Almudi pero es un sitio pequeño para nuestras necesidades. Hay que tener en cuenta que somos 2.300 socios. No coincidimos todos a la vez pero los sábados y domingos, sobre todo en invierno, nos juntamos más de 300 personas.
¿Cuál es el sentir de los socios?
Mal. La gente está asqueada, decepcionada porque, si fuera un propietario privado con fines lucrativos claros, lo entenderíamos mejor, pero hablamos de una institución diferente como es el patronado. Además, nosotros afrontamos una inversión de 63 millones de pesetas hace diez años para acondicionar el local, con ayuda, claro está, del Gobierno de Navarra y del Ayuntamiento de Estella.
¿Qué actividades realizan?
Muchísimas, desde informática a yoga, pasando por talleres de pintura, de talla de madera y de memoria. También ofrecemos servicios de peluquería, podología y bar y los entretenimientos son variados. Los principales son los campeonatos de mus y brisca, y el bingo durante los sábados y domingos del invierno. En la sede se reúnen los enfermos de Parkinson dos veces por semana para sus terapias, también se celebra el Día del Socio, junto con Caja Navarra, y se hacen homenajes a los matrimonios.
¿Recuerda los inicios del club?
El club se fundó en 1990, pero yo entré en 2000. Antes de 1990 los jubilados formaban parte de un club grande de Pamplona que tenía oficina en la calle Mayor en Estella. Era una oficina para pagar viajes y cenas. Es a lo que no queremos volver. Para ofrecer solamente ese servicio, sin dar a la gente la posibilidad de juntarse, no merece la pena tanto esfuerzo durante estos años.
¿Ha cambiado mucho el funcionamiento del club desde que usted entró?
Sobre todo que ahora hay una oferta de actividades mucho más grade. La gente solicita cosas y, si sale grupo, se organizan. El jubilado de hoy es diferente, es mucho más activo, también porque es más joven y tiene más inquietudes. El ejemplo son las clases de informática. A lo largo de diez años se han organizado más de 40 cursos y siempre hay gente en lista de espera.
¿Qué significa para usted estar al frente de este club?
Supone estar vivo. Soy una persona que no sabe estar quieta, algo tengo que hacer, y esto me permite canalizar mi energía. Lo hago muy a gusto, a pesar de problemas como el actual, que desmotivan. Pero vamos a luchar para quedarnos y seguir adelante con el club.