Torralba del Río abría simbólicamente la puerta del Santuario. A su llegada a la placita sobre la escalinata, el capellán del Santuario, Jean Pierre Konkalongo, de la República del Congo, saludaba a los romeros y la Cruz parroquial del pueblo se abrazaba con la de Codés, un tradicional gesto que se repetirá todos los domingos de mayo y junio a las 13 horas.
Seguidamente, el coro de Torralba del Río estrenaba su repertorio. Los romeros iban entrando en la Basílica entre vivas y regocijos para saludar a la Virgen con la poesía-oración de Víctor Manuel Arbeloa, que escribió en una de sus visitas a Codés: “Madre de Dios de Codés, de sonrisa amaneciente, con el niño sobre su regazo. A tus pies, peregrinos hoy nos ves cansos, torpes, pecadores, mas también prometedores. Bendice nuestros empeños, nuestras razones y sueños, Madre de Dios de Codés”. Konkalongo oficiaba misa en la basílica.
Cantos y almuerzo
A su término, Rafael Corres, de Torralba del Río, recordó un hecho histórico y glorioso en los anales del pueblo (1461) que expresa a las claras la relación entrañable que ya existía en el siglo XV entre la Virgen de Codés y los vecinos y vecinas de la Villa. “Ante el ataque del rey Enrique IV de Castilla a la altiva fortaleza de Torralba, valiente y amurallada, dice la tradición del valle y del pueblo que, después de varios días de asedio, la Virgen le infundió tal valor y arrebato una mañana que el ejército castellano abandonó el cerco y no tuvo más remedio que irse por donde había venido. Por este y otros hechos gloriosos, los reyes otorgaron al pueblo el título de Buena Villa”.
Si el tiempo acompaña, las romerías representan una celebración de la primavera en todo su esplendor, con la mirada puesta en el Santuario y en Ioar o Yoar, la cima más alta de la Navarra más occidental (1.417 m). Cada pueblo hace gala de sus insignias ancestrales y religiosas, de su coro y música, y hasta de sus pinchos y vinos favoritos. Rafael Corres.