““Me cuestan los papeles cómicos.El 12 de noviembre Marta Juániz interpretaba en Estella el papel protagonista en ‘La Reme tenía un precio’, dentro del ciclo de teatro. Su presencia en la ciudad del Ega se refuerza con el desarrollo de una iniciativa novedosa en la casa de cultura Fray Diego. A través de la empresa ‘La Nave Producciones Teatrales’, fundada junto con su marido, el director y guionista Miguel Munárriz, muchas personas han sentido la esencia y la cercanía del teatro.
No me considero graciosa”“
Marta Juániz entiende las artes escénicas como un modo de vida, más que una profesión, y en cada interpretación ofrece lo mejor de sí misma. Asegura que los retos vienen con cada obra y cada personaje.
¿Qué le queda por hacer? No lo duda, algún día se atreverá con el Cabaret.
¿Cómo sería tu vida sin el teatro? ¿Te la imaginas?
El teatro es mi manera de vivir. No tienes horarios, están los ensayos y el estudio del guión en casa, además estoy casada con un director, actor y escritor. No concibo dedicarme a otra cosa, nunca he pensado hacer otra cosa que no fuera esta, desde estudiante. Ya en el instituto formaba parte del grupo de teatro.
Para una actriz, ¿es fácil dejar atrás la interpretación en su vida diaria o siempre le acompaña?
Cuando hice la Casa de Bernarda Alba, Bernarda es un personaje tremendo, con muy mala leche, no quiere a sus hijas… Al principio fue difícil meterse en el papel pero luego eres capaz de hacer de Bernarda porque llevas algo dentro. Conforme pasan los años y tienes más experiencia, subes al escenario, haces el personaje, sacas esa parte de él que tienes dentro y luego te bajas y allí la dejas.
¿Eres más de comedia que de drama o al revés?
Me cuesta hacer reír, no me considero graciosa, destrozo los chistes; no tengo gracia. Me cuesta encontrar mi parte graciosa, aunque también hago muchas obras cómicas. Quizá soy más de historias profundas, me cuesta menos hacer papeles serios. También pienso que la voz me ayuda.
¿Queda algo pendiente en tu profesión?
Una cosa que me encantaría es hacer cabaret. Subir al escenario y provocar al público. Algún día lo haré. Caerá.
¿Contenta con la aceptación de La Nave en los ensayos abiertos al público en la casa de cultura de Estella?
Personal y profesionalmente me llena. El contacto directo con la gente te devuelve muchísimo. La corta distancia, que te vean tan de cerca, que el público esté ahí y no puedas obviarlo es muy bonito. No hay barreras y hay que engañar mucho más al público, hacerle creer que lo que pasa es verdad. Si eres capaz de convencerlos es fantástico. La gente viene muy contenta.
¿Qué tal se encontró la Reme ante su público de Estella?
Muy bien. Me gustó ver la respuesta del público. Es bonito ver que la gente se va con la sonrisa en la boca. Un placer.
¿Qué momento atraviesa el teatro?
A nivel industrial está complicado. Hay recortes en todos los ámbitos, pero más en la cultura. Parece que nadie vive de la cultura, que es gratuita, frívola, algo no necesario. A los ayuntamientos se les pone complicado a la hora de programar, pero yo no me puedo quejar.
¿Qué es lo que más molesta a una actriz del público: las toses, los caramelos, los móviles?
Las toses son entendibles, los móviles es lo que más irrita. Siempre se avisa que se apaguen, pero siempre suena alguno. Lo peor es que la gente que, además, habla por el móvil. Al hilo de las toses, recuerdo una señora en el Gayarre que le dio un ataque de tos y después oí desde el escenario el ruidito de un caramelo. Lo peor es que casi se ahoga con el caramelo y tuvo que abandonar el teatro. También me ha tocado ver cómo se comen un bocadillo.
¿Alguna otra anécdota a lo largo de su carrera?
Recuerdo mi primera función ‘Orquesta de Señoritas’ en un pueblo en fiestas de la provincia de Teruel. Estábamos sobre un tablado muy alto y muy pequeño y en un momento de la actuación, la batería de música se nos fue entera el suelo. Rompimos a carcajadas. Fue complejo salir de aquello. Y es precisamente la risa lo que protagoniza buenas anécdotas sobre el escenario. A veces te entra la risa y no lo puedes evitar. En alguna ocasión yo me he tenido que poner de espaldas al público para que no me vieran.