El Carnaval Rural acercó a Estella a cientos de personas, que atraídas por el misterio de los seres mitológicos descubrieron las historias y leyendas que se han transmitido de generación en generación en esta tierra. La jornada arrancó por la mañana con la kalejira de los txikis. “La verdad es que la kalejira txiki se hizo grande con la enorme participación que hubo”, informaba Maider Barbarin, una de las integrantes de Festagiro, grupo que se encarga de organizar la programación carnavalesca con la colaboración de otros muchos colectivos de Estella y merindad. Al mediodía, la comida popular en el frontón Lizarra reunió a 500 comensales.
La comida popular congregó a
500 comensales en el frontón Lizarra
Por la tarde, la tradicional kalejira del Carnaval Rural emprendió su ruta, con unas cinco carrozas, a las 19 horas, desde la Peña La Bota -entidad que recuperó este evento en el año 1993- y recorrió las principales calles del centro de la ciudad. Ikazkin de Estella, fiel a su cita, recordó que en aquellos comercios en los que no se hacía buen trato, dejaría la marca de ceniza para que otros carboneros no entrasen a negociar; un gran Aker –el macho cabrío- también sorprendió por su gran tamaño junto a su tocayo de Oteiza. Jakitun, el guardián del bosque de Riezu formó parte de la comitiva y Artabakoitz, el encino solitario de Oteiza, que ha logrado esquivar tanto el hacha como el fuego, no quiso perderse la cita. Carrozas como Sorginenea, del Movimiento Feminista, o la Baserri-disco y multitud de seres ataviados con guindillas, berzas y sacos, en honor a los productos rurales, completaron la kalejira de esta fiesta pagana, que culminó con la quema de ‘todo lo pasado’.