
El alumnado de 0-3 años, y el de Infantil y Primaria de Lizarra Ikastola, vestido con el traje de baseritarra, partió del patio del centro a las tres y cuarto de la tarde. Volvía la tradición a esta franja horaria, después de varias ediciones celebrándose por la mañana. El centro que practica esta tradición desde hace décadas ordenó por grupos a los participantes, cuyas voces estuvieron acompañadas por la música de los acordeones y los compases del grupo de txistularis Padre Hilario Olazaran.
Cuatro fueron las paradas durante el recorrido para cantar: las plazas de la Coronación, de Santiago, de los Fueros y frente a la sede del AEK, en la calle Mayor. El sol supo a anticipo de primavera, estación para la que se pide a la santa protección, para las cosechas. El golpeo de los makilas, o bastones de madera, contra el suelo mientras se suceden los cantos servía antiguamente para despertar a la Tierra tras el invierno favoreciendo la fertilidad del campo.
De regreso al centro escolar, una merienda de pan con chocolate completó el sentimiento de una fiesta mantenida en el tiempo y apoyada, igualmente, por el alumnado del modelo D del colegio público Remontival.
Los escolares del centro comarcal, en torno a 260, iniciaron su kalejira también el día 4, a las 11 de la mañana, tras haber disfrutado de un almuerzo preparado por las familias. Lucieron sus trajes de caseros, su mejor actitud para el canto y las ganas por participar en una tradición que traspasa la frontera del aula.
El recorrido, amenizado por los txistularis, discurrió por la plaza Santiago, la plaza de los Fueros, el paseo de la Inmaculada para llegar después hasta la residencia San Jerónimo y subir hasta el IES Tierra Estella antes de regresar al patio.
Los cantos pusieron el mejor ambiente durante toda la jornada. Ya por la tarde, les llegaría el turno a las personas adultas que quisieron secundar la iniciativa del AEK cuando la luz del sol ya había caído.
La figura de Santa Águeda
Santa Águeda fue una mártir cristiana nacida en Sicilia en el siglo III. Según la tradición, sufrió tormentos por negarse a los deseos del procónsul Quinciano, quien ordenó que le cortaran los pechos en castigo por su resistencia. Por ello, se símbolo de la fortaleza femenina, además de atribuírsele poderes protectores contra incendios, enfermedades y desastres naturales.
Aunque la celebración está ligada a Santa Águeda, algunos elementos de la tradición tienen un claro origen precristiano. Uno de los más característicos es el uso de makilas con los que los participantes golpean rítmicamente el suelo mientras cantan.