
La jornada comenzó de la manera más dulce y sonora. Los cantos de los Auroros de Santa María despertaron a los habitantes arqueños y anunciaron la llegada un bonito día cargado de tradición. A las 12 del mediodía, se celebró una misa solemne a la que acudieron numerosos vecinos y representantes municipales. El momento más emblemático llegó a las 13 horas. Las 375 barras, cortadas en trozos, fueron bendecidas por el párroco en el ayuntamiento. Acto seguido, los trozos de pan volaron desde el balcón del consistorio. En la plaza, decenas de habitantes levantaban los brazos para intentar alcanzar algún trozo de pan bendecido. Da igual que el pan caiga al suelo o sea pisado, al final del acto, no quedan ni las migas. Después, el Ayuntamiento repartió 444 botellas de vino de las bodegas de la zona. El Consistorio celebró una comida con invitados. Es típico que las cuadrillas se reúnan este día para comer juntos. Eso sí, que no falten los trozos de pan bendecidos ni el buen vino.
Es típico que
las cuadrillas se reúnan este día para comer juntos
En el antiguo poblado de Yániz se encontraba la ermita de San Vicente, ya derruida. Era en este lugar donde el Ayuntamiento, el Clero Parroquial, autoridades y vecinos celebraban esta tradición para rendir culto al santo. También se bendecía el pan, que después se lanzaba desde una pequeña ventana para que los vecinos pudieran cogerlo y disfrutaran de suculentos almuerzos y comidas. En cuanto al origen del lanzamiento del pan, se cree que al ser época de hambruna, el Ayuntamiento repartía pan a la población para saciar el hambre.
Tradiciones de leyenda
La leyenda cuenta que la madrastra del Santo en vez de dejarle comer en la mesa con los demás comensales le lanzaba pan por debajo de la mesa. Otra leyenda ligada a este día hace referencia a una madre que espigando con sus dos hijas durante la misa les dijo: “si a misa a Yániz no vais, piedras normas os volváis”. A este hecho se atribuye la existencia de tres menhires situados cerca de la ermita que finalmente fueron derruidos al ordenar un vecino a los obreros que los demolieran para arreglar el camino.