“Recuerdo mi etapa de director como unos años intensos de esfuerzo y trabajo compartido, y de muchas satisfacciones. Llegué a la dirección porque mis compañeros pensaron que yo era la persona adecuada y siempre me sentí respaldado. Lo más importante eran los alumnos, que estuvieran felices y que aprendieran a relacionarse. Se trataba de educar con una visión desde lo local a lo universal, con las raíces en la tierra y los brazos abiertos el mundo.
Fueron unos años de dirección durante los que se impulsaron proyectos pedagógicos de cierta envergadura, difíciles, por ejemplo el programa Pentacidad, el proyecto de multilingüismo y otro de creatividad, y se necesitó la implicación de todo el colectivo. La ikastola vivió unos años importantes en cuanto a transformación metodológica y programas educativos y también en la creación de equipo docente. Se implantaron los sistemas de calidad y luego llegaron los premios y los reconocimientos.
Fue una época dulce en este sentido, nos nombraron mejor centro de convivencia a nivel estatal y nos dieron un premio de creatividad. Todo esto sin perder nunca nuestra identidad, la de una cooperativa surgida del pueblo por el euskera y por una nueva educación. La relación con Estella y la comarca siempre fue fluida y la interacción cultural se ha seguido manteniendo, Lizarra Ikastola está integrada en la sociedad de Estella y su Merindad.
Participé de un proyecto vivo, dinámico de impulso pedagógico y lo viví con auténtica pasión”.
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