
La obra de Carlos Ciriza, creada en acero cortén, representa una guitarra en movimiento, deconstruida y abierta al mundo. Está compuesta por tres volúmenes independientes, dinámicos y distribuidos sobre una gran base de hormigón, en alusión al tablao flamenco y al mundo gitano. Tiene una altura de ocho metros y una anchura de nueve. En la inauguración de la escultura participó el artista, acompañado de su mujer y varios de sus hijos, representantes de la cultura y del asociacionismo gitano en Pamplona y autoridades.