Churros o castañas. Gracias a su aroma, pocos paseantes pueden resistirse a probar los ricos productos que, además, ayudan a calentar las manos en las jornadas más frías del invierno.
“El churro hoy en día tiene mucha más competencia que antaño”
En la década de los veinte, Domitila Iribas comenzaba el negocio familiar de elaborar churros en Estella. Seguía la tradición su hijo León Solano, heredándola hace catorce años Eduardo Solano Salanueva. El nieto de la pionera se encarga de preparar la masa que, después, su mujer Ana Rosa Elexpe, extrae de la máquina churrera, corta y fríe en la furgoneta azul instalada en la calle Baja Navarra. “La receta debe de ser un secreto familiar. La prepara mi marido y yo no sé ni lo que lleva”, apunta.
Desde octubre hasta el día de la Virgen del Puy, en horario de 17.30 a 20.30 y de 18.00 a 21.30 h., los sábados y festivos, el olor a churro recién hecho se percibe a metros de distancia. Es la prueba irrefutable de que el sabroso producto artesanal que entona el cuerpo y calienta las manos está listo.
La localización actual de la furgoneta sustituye a la plaza de los Fueros, donde mucha gente recordará haber comprado churros con azúcar, exactamente frente a la entrada lateral izquierda de la iglesia de San Juan. Cuarenta y cuatro son los años, que el vehículo azul abate uno de sus laterales y descubre la churrería acondicionada en su interior. La máquina, que da a la pasta la forma de churros, es lo más importante. “Ahora esta máquina es un adelanto, antes era más difícil hacer churros. Existían unas máquinas antiguas que se empujaba con el pecho una especie de émbolo, otras tenían una rueda que se giraba para dar forma a la pasta y luego se cortaba con una tijera”.
El churro hoy en día es uno de los productos estrella del invierno, para tomar por la calle o disfrutar en casa con un chocolate bien caliente, pero asegura Ana Rosa Elexpe que ahora el churro tiene mucha más competencia. “Antes sólo había churros y el bizcocho que se podía preparar en casa. Ahora existen muchos más dulces y productos que se pueden comprar”.
“A casi todo el mundo le gustan las castañas”
Un horno de gas para asar las castañas, una cesta con una manta para mantenerlas calientes, pequeñas bolsas para servirle la docena al cliente, una banqueta y una radio, para pasar los ratos más tranquilos, son los únicos elementos que necesita la castañera Nieves Uriarte Rabert en su caseta de madera. ¿Frío? Para combatir las bajas temperaturas de los días de invierno cuenta la estellesa que el secreto es vestir con ropa de abrigo. “Sobre todo los pies, es lo principal. Medias, calcetines gordos y botas de monte. Por arriba, me pongo varios forros. Aunque también es cierto que el horno proporciona algo de calorcito”, explica la castañera que desempeña este trabajo por primera vez en su vida.
“Yo llevaba un bar en Estella, pero lo dejé y necesitaba trabajo. Me enteré de esto por un anuncio y aquí estoy. Divertido lo es, porque desde aquí ves pasar a todo el mundo. Cuando hay gente en la calle este es un punto muy animado”, señala Nieves Uriarte, con su gorro y su delantal bien colocados.
El secreto de la castaña es que esté bien caliente. “Siempre tienes que tener castañas, hay que hacer continuamente. Las que vas sacando del horno las metes en la cesta y así las conservas calientes para cada cliente”, asegura. El horario de la caseta es de 16.15 a 21.15 y hasta las diez de la noche durante el fin de semana, desde mediados de octubre a mediados de enero, todos los días del año, sin descanso.
“A casi todo el mundo le gusta las castañas y tengo clientes fijos. En invierno es una manera de calentar las manos. De hecho, mucha gente viene a eso y te dicen ‘ponme tan sólo seis que es para calentar las manos’. Otros te piden la docena repartida en dos bolsas, una para cada bolsillo”. En un día de labor, Nieves Uriarte vende en torno a siete u ocho kilos de castañas, de procedencia gallega. Los fines de semana y días festivos las ventas aumentan hasta los 30 kilos.
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Niños y mayores. No existe diferencia de edad entre la clientela que se acerca hasta la furgoneta azul de Solano. Los niños, que apenas se dejan ver desde el alto mostrador, se chupan los dedos con el delicioso dulce bañado con azúcar. Los mayores paladean el producto crujiente por las calles o salen de casa a media tarde con el único objetivo de comprar una bolsita de churros y volver al hogar donde espera un chocolate o un café bien caliente.
Rica en vitaminas y minerales
La castaña contiene una alta concentración de calcio, ácido gamma, aminobutírico, fósforo, magnesio, azufre, ácido ascórbico, tiamina, riboflavina, potasio, vitaminas C, B1, B2 y B3, sodio, proteínas, hidratos de carbono, agua y un 1.5% de grasa. Además, es beneficiosa para la actividad cerebral.