Del turrón a la rosquilla, en Dicastillo por San Blas

Del turrón a la rosquilla, en Dicastillo por San Blas

Las casas de la villa se vuelcan con la elaboración de un sencillo postre tradicional único que une a las familias

Los hornos de las cocinas de Dicastillo funcionan a pleno rendimiento cuando la Navidad apenas ha terminado. Del turrón se pasa a la rosquilla en vísperas del 3 de febrero y las casas comienzan a impregnarse con un característico olor y sabor a tradición, a dulce sencillo que sirve para unir a los vecinos y a las familias de una manera especial.

Pocos vecinos se escapan a su elaboración y menos vecinos aún desatienden la tentación de catar una rosquilla, que no un rosco, de las que los vecinos de Dicastillo se sienten muy orgullosos. Porque San Blas se celebra en muchos otros pueblos y los roscos se comercializan esos días elaborados de muchas maneras -nevados con azúcar glas e incluso con los ‘chochicos’ de colores para los niños-, pero las de la villa de Dicastillo son rosquillas francas, son lo que se ve.

Expertos y expertas reposteras esconde la villa en cada una de sus casas. Entre muchas otras, Mª Puy Caridad Basterra, de 76 años, que conoce las rosquillas desde que tiene uso de razón. Gran aficionada al arte de los pucheros, tanto su cocina como su bajera dan cobijo a la laboriosa labor de amasar y preparar las rosquillas. “Es una tradición de toda la vida. Mi madre, mi abuela y mi suegra hacían. Espero que conmigo no se pierda esta tradición y que me sigan”, cuenta esta madre de tres hijos y abuela de tres nietos.

La receta se mantiene igual. No ha cambiado un ápice la elaboración que precisa de ingredientes tan básicos como la harina, los huevos, la manteca de cerdo, el azúcar, el aceite virgen de oliva, zumo natural de naranja y de limón, el licor de anís o el pacharán, la canela y el bicarbonato. En la mezcla está la clave, y en la manteca de cerdo derretida, también. “La manteca la compro directamente en el matadero y la deshago al fuego antes de utilizarla en la mezcla. Lo más importante es la temperatura de la manteca, que tiene que estar templada”.

La forma especial de estas rosquillas se debe al uso de unos moldes especiales realizados por el hojalatero

¿Cuánto de templada? La receta no lo dice, es una cuestión de sentirlo mojando un dedo. Y empieza el trabajo manual de ir añadiendo aceite y trabajando la masa en una actividad bastante física, sobre todo cuando se elaboran rosquillas con 30 kilos de harina en tan sólo unos días. “Salen muchas rosquillas, muchísimas, y son para comer en casa, pero sobre todo para regalar. Se reparten en la familia y motiva hacerlo por el encuentro”, explica Caridad después de terminar la tanda de 30 kilos. “Esta cantidad nada despreciable responde a la producción de 2025, pero mi madre ha llegado a hacer hasta 50 kilos de harina”, confiesa su hijo Eduardo, a regañadientes de su madre.

La tradición de la rosquilla de Dicastillo mantiene su esencia y su sabor, pero la tradición ha ido perdiendo algo de romanticismo. “Cuando era joven, los mozos iban por las casas a coger las rosquillas de manos de las chicas”, cuenta Caridad. Era una manera de cortejar, y lo confirma su marido, Feliciano Azcona.

Las rosquillas de Dicastillo tienen agujero en medio, pero no son redondas. Su forma recuerda a la de una flor con pétalos o con puntas. Se debe a unos moldes artesanales que antiguamente fabricaba un hojalatero y que han ido pasado de mano en mano, de generación en generación en las familias. Numerosas veces re-estañados, son testigo de años de elaboración y supervivientes de una tradición que en Dicastillo ha llegado también a comercializarse.

A la venta

De elaborar y vender rosquillas para los visitantes, pero también para vecinos más jóvenes o muy mayores, se encargan Nuria Oteiza Ollobarren, de 52 años, su marido José Ángel Gil Garraza y el trabajador Jesús Mauleón Ollobarren, ‘Chicho’. El equipo elabora la receta familiar de Nuria Oteiza, la misma que hacía su abuela y que tanto éxito tenía en casa

El éxito ha trascendido y del mostrador hacia afuera hace las delicias de quienes las prueban. Las suyas llevan pacharán. “Mi madre lo hacía artesano en casa y le echaba. Yo sigo haciéndolas igual”. ¿Su truco? “Quizá que retiro muchas claras de huevo para que salgan más jugosas”, explica.

Fue hace ya 14 años cuando se le ocurrió elaborarlas en la cocina de la panadería para vender. Ahora la producción es de 36 docenas de rosquillas al día, desde enero hasta abril si la gente las sigue demandando. “La verdad es que la rosquilla me salva los meses más difíciles dl año, aunque hay que hacerlas. Son cinco horas al día las que dedicamos”.

Las rosquillas de Nuria Oteiza han viajado por la península. Se han enviado a Salamanca, a Castellón, a Bilbao, Segovia e incluso han llegado a Inglaterra. “Yo pensaba que no iban a tener éxito porque ¿quién no las hace en Dicastillo en su casa? La verdad es que hay personas mayores que ya prefieren comprarlas. Mucha gente me pide la receta y no tengo problema en darla, pero hay que ver hacerlas. Hay que saber, no es tan fácil”, confiesa.

¿Será que habrá que haber nacido en Dicastillo?

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