Tere de Carlos Lander, de 46 años y natural de Ayegui, tiene muy claro que la mejor manera de sobrellevar el confinamiento, con tantas personas en casa, es el cumplimiento, en la medida de lo posible, de la rutina diaria. Tere trabaja, de abril a octubre, en el centro de salud vital Zuhaizpe, situado en las Casetas de Ciriza, efectuando labores de limpieza. “Ya nos han avisado que permanecerá cerrado hasta nuevo aviso”. Su marido, Santi Ochandorena, de 47 años y natural de Lezaun, trabaja en la fábrica Centracero de Murieta pero, actualmente, está de baja. “Me ayuda en el tema de las compras, como tiene que bajar a Estella de manera habitual para las curas, él hace la compra”, explicaba Tere. A ellos se suman los padres de Santi, Emilio Ochandorena y Tomasa Núñez, de 90 y 87 años, respectivamente. “Siempre hemos vivido con ellos. Estos días, como los nietos están todo el día en casa, están la mar de entretenidos”, comentaba Tere. Fruto del matrimonio, dan vida a la casa: Víctor (17 años), Irache (14 años), Diego (12 años) y Lidia (10 años).
Seguir la educación
Los tres mayores estudian en el colegio de El Puy de Estella y, la más pequeña, en el Mater Dei de Ayegui. “Cuando el día 12 de marzo anunciaron que se iban a cerrar los centros escolares fue un caos. Bajamos a por los libros a los centros y había mucha incertidumbre.
Encima los chavales creyeron que esto iba a ser como estar de vacaciones”, recordaba Tere, quien reconocía además que fue a sus hijos mayores a los que más les costó entender la situación y convencerles de que no podían salir de casa por el coronavirus. Después llegó el tema de organización para los estudios. “En casa tenía un ordenador fijo y no era suficiente para que pudieran estudiar todos. Siguen los estudios a través del programa Educamos. Al final, conseguí otros dos portátiles y así nos apañamos. Lo llevan bastante bien”, reconocía Tere. Ahora, madrugan algo menos que cuando iban a estudiar a Estella. Se levantan a las 8 de la mañana y para las 8:30 horas comienzan con las tareas y los estudios. A las 9 horas, uno u otro ayuda a levantar a los abuelos y Tere prepara la comida. A las 14 horas comen todos juntos y por la tarde ven un rato la televisión y bajan a la bajera a jugar a pelota, con el balón o a lo que surja. “Creo que seguir una rutina más o menos como la de antes de la crisis ayuda a que no se desmadren demasiado. El fin de semana duermen más rato y ayudan en las tareas del hogar. Lo que sí creo es que esta situación está aumentando el tiempo de uso de las nuevas tecnologías, pero bueno, es lo que hay. Juntos vamos a conseguir frenar el virus y esperemos que todo vuelva a la normalidad cuanto antes”, culminaba Tere de Carlos.