Ana Maté Maté es toda una institución en Lizarra Ikastola. Con 22 años empezó a trabajar como administrativa en el centro educativo y 42 después se despide por jubilación. Ha sido una trayectoria llena de satisfacciones, a nivel profesional y personal. Toca decir adiós y lo hace con el deber cumplido y con la seguridad de que seguirá formando parte de la vida del centro en el que crecieron sus tres hijos y, ahora, tres de sus nietos.
Como madre, ¿ha sido una suerte tener un hijo futbolista profesional militando en el equipo de casa?
Como madre no lo tengo tan claro. Para una madre es muy duro oír y es muy duro leer cosas no siempre buenas. Yo no he sido capaz de ir a ver un partido de Osasuna a un bar; si no he estado en el campo, siempre lo he visto en casa, con mi familia.
Sí que ha sido una maravilla tener a Oier cerca, como lo será para cualquiera que tenga hijos o padres, porque hemos podido apoyarle. El poder dar y recibir apoyo ha sido una suerte para todos porque cada fin de semana era un examen final.
“Le deseo a Oier que aproveche esta oportunidad”
¿Qué opinas del nuevo destino de Oier?
Me parece muy bien. La presión ahora es completamente distinta. Oier no tiene que demostrar a nadie nada, porque ya lo ha demostrado todo, va a Chipre a disfrutar.
Cuando tuvo la oportunidad con Osasuna y vino la entidad a buscarle él decía “pero si yo quiero jugar con mis amigos». Y eso mismo es lo que busca ahora, disfrutar del fútbol sin presión. Cumple su sueño de jugar fuera y vivir una experiencia única con su familia. Es poner la guinda a su carrera.
Tras una larga trayectoria en Lizarra Ikastola, toca decir adiós. ¿Cómo estás viviendo los últimos días en el centro?
Cuesta, pero sé que es un sitio al que voy a volver porque tengo a mis nietos y porque estoy para lo que me necesiten. Lo que quizá cuesta un poco más es aceptar que efectivamente voy a cumplir 64 años y han pasado 42. Lo tengo admitidísimo, pero te das cuenta de que la vida pasa. Estoy contenta de haber cumplido, pero son momentos de reflexión, de recapacitar.
¿Qué vas a hacer en esta nueva etapa?
En mi vida he dejado de hacer pocas cosas. El tiempo libre lo he aprovechado siempre al máximo para dedicárselo a mis hijos, a mis nietos, también he viajado. Ahora espero dedicarme un poco más de tiempo a mí, estaré con mis nietos y viajaré todo lo que haga falta a Chipre.
¿Cómo crees que se te va a recordar en el centro?
A los que han pasado por aquí les oigo hablar de mí como una segunda madre. Me ha tocado hacer de enfermera, de psicóloga también muchas veces. De mí dicen que me acuerdo de sus nombres y veo que eso llena a la gente. Siempre he defendido que el contacto personal y la cercanía son súper importantes. Hay que ponerse en el lugar de las madres que vienen con su hijo o con su hija, que lo van a dejar aquí, que son pequeños y que ellas tienen sus dudas. Es muy importante ser agradable y que tengan la oportunidad de conocer el lugar y a las personas.
¿Qué momento te llevas de tu trayectoria laboral en Lizarra Ikastola?
Cuando la ikastola se hizo nueva. Estoy aquí desde que no existía este edificio. Que se levantase todo esto fue muy bonito, porque se compró y se hizo entre todos. Pasas por delante y sientes satisfacción. Porque este centro no te lo ha puesto nadie, esto ha sido el sacrificio de mucha gente y me quedo con el hecho de que es un centro participativo y de todos. También he tenido una despedida muy bonita.
¿Cómo recuerdas la época en la que tus hijos correteaban por el patio? ¿Cómo era Oier de pequeño?
Yo les decía “como os vea alguna vez en el pasillo…”. Un día me encuentro con mi hija Andrea en el pasillo y ya se me iba cambiando la cara. “No, que estamos haciendo un juego, ama”, dijo ella. Aquella época fue muy bonita, aunque tener a Rafa, al padre, de profesor, tuvo también sus complicaciones. Yo les decía a mis hijos “aquí no soy ama, soy Ana”. En cambio mis nietos me dicen amatxi, ni Ana ni nada. Ya me rindo. Fueron unos años muy buenos.
En cuanto a Oier era todo deporte y movimiento. Le decía a las siete de la tarde, “vamos a casa” y él “espera, que tengo que meter otro gol…”. El balón le ha gustado mucho siempre, todos los deportes, y en todos era bueno. Le gustó mucho la pelota, pero siempre ha sido una persona de equipo, de sentirse arropado y no tanto el protagonista.
¿Qué consejo de madre le das a Oier?
Que disfrute muchísimo. Que aproveche esta oportunidad que van a tener él y su familia. Ha hecho todo lo que tenía que hacer y esto es un regalo. Que lo disfrute mucho, y nosotros con él.