
La idea puede parecer un poco peregrina, pero no lo es. Se trata, de hecho, de una de las pocas opciones de este tipo, por no decir la única, que existe a lo largo de los 775 kilómetros del Camino francés que une Saint Jean de Pied de Port con Santiago de Compostela. El propietario, de 47 años, se quedaba sin empleo hace un año después de trabajar durante 16 en Construcciones Fermín Osés, en Estella. Con tiempo entre las manos, y en los pies, decidió vivir en soledad la experiencia del Camino. Se fue con la mochila y las botas de trekking y regresó con la satisfacción del reto cumplido y con una idea que bien podía cambiarle la vida.
Dicho y hecho, después de todos los trámites necesarios para instalar un negocio como el suyo, el 1 de abril abría la ‘ventana’ de su establecimiento, un remolque convertido en cocina y barra, y colocaba unas sillas al abrigo del sol de primavera. Eran las 11.30 horas y a lo lejos se oteaba a los primeros peregrinos que cubrían la etapa Estella-Los Arcos. Irresistible para ellos la tentación, uno a uno sucumbían ante los pinchos y bocadillos de tortilla de patata, chistorra o panceta, el humeante café, la fresca cerveza o el zumo de naranja, todo tan ‘typical spanish’.
Temporada alta
“Todavía no ha empezado la temporada fuerte y yo calculo el paso de unos cincuenta peregrinos al día, pero sé que a partir de Semana Santa el número de peregrinos es mayor. Estoy con mucha ilusión y espero que funcione porque una cosa que me quedó clara cuando hice el Camino es cuánto se echa de menos una oferta como ésta. Sólo puedes consumir cuando llegas a los pueblos y a veces están muy distantes entre sí y agradecerías algo caliente”, explica Munuera.
Este es su planteamiento porque, añade, durante el Camino de Santiago que él realizó el pasado mes de agosto no vio puntos de refrigerio como el que acaba de poner en marcha. “Solamente, en el alto de Erro, aquí en Navarra, hay un puesto de bebidas o fruta, pero no sirve nada caliente”.
La experiencia de Munuera con la hostelería no es remota. Su mujer regenta en Abárzuza el bar de los jubilados en el que ha estado echando una mano. A las seis de la mañana, el nuevo hostelero comienza la jornada. Compra pan fresco, engancha su negocio, el remolque, a su todoterreno y se desplaza hasta su pequeño rincón, la explanada que da la bienvenida a los peregrinos. Allí conecta el generador y comienza a preparar la barra para los primeros peregrinos. “El sitio lo elegí teniendo en cuenta la hora a la que pasarán los caminantes y que sea un lugar agradable, con algo de sombra, para los meses de verano. Estoy muy contento de la elección”, apunta.