El tiempo no acompañó especialmente con temperaturas que recordaban a finales de septiembre más que a la canícula del verano. Pero no importó. La gente salió a la calle de todos modos para disfrutar de un ambiente que no se ve el resto del año. Además, cada vez más familias –por descontado los comerciantes- se animaron a cambiar de atuendo y vestir medievales. Los pendones que colgaban en las calles, en ventanas y balcones no dejaban duda de la transformación integral que sufrió la ciudad del Ega durante los siete días.
Los colectivos de la ciudad, como la rondalla Guilaudban, la asociación de encajeras o varias corales, por dar tan sólo unos ejemplos, recorrieron las calles, junto a otras actuaciones contratadas por la Asociación de Comerciantes dentro del programa. Bailarinas de la danza del vientre, titiriteros, monstruos enormes, juglares y payasos desfilaron a lo largo de la semana sin apenas dar tregua a la sorpresa.
Los juegos infantiles tuvieron este año, quizá más que nunca, un protagonismo especial. La plaza de la Coronación con un tío-vivo de madera, la calle Mayor con diversos juegos medievales, la plaza de los Fueros con talleres de escuderos y la plaza de Santiago con muchos más juegos -también la posibilidad de pescar truchas en la fuente- atraparon a los niños y a las familias como un imán. En la plaza de Santiago también se contó con la presencia de patos, ocas, cerditos y otros animales.
Como novedad este año, la Asociación de Comerciantes animó a sus asociados a crear el viernes su propio mercado en la calle. En época de rebajas, numerosos establecimientos secundaron la iniciativa y animaron al cliente a darse algún que otro capricho. Si el viernes las calles se convertían en mercado con los comerciantes locales, el sábado y el domingo, un mercado medieval al aire libre centraba la actividad y atraía a miles de visitantes.
La plaza de los Fueros acogía los puestos del denominado ‘Mercado de Antaño’, que se extendía por las calles adyacentes, como la Baja Navarra y la calle Mayor. Los burgos o los barrios de San Miguel y San Pedro acogían muchos puestos más, agrupados bajo el nombre de ‘Rúa de los oficios’. Las calles Carpintería, Ruiz de Alda, La Rúa y la plaza de San Martín transformaban su estética y pasaban de ser viales tranquilos a calles bulliciosas que recordaban la época medieval y comercial que vivió Estella hace varios siglos. Dulces, plantas medicinales, artículos de decoración, de vidrio, de madera, objetos de cuero, jabones naturales, juguetes de madera, platerías y un sinfín de posibilidades para descubrir, probar y comprar. Tampoco se puede olvidar las tabernas que se instalaron en las plazas y las terrazas de los bares de Estella que atraían a la gente en el epicentro de la fiesta.
La Semana Medieval comenzaba el lunes con el acto inaugural en el que no faltó la corte de la Reina Catalina I, con sus caballos y caballeros, con sus músicos y juglares. La inauguración a las ocho de la tarde abría la puerta a una semana en la que tampoco faltó una cena medieval en Santo Domingo, ni la competición por el Gran Pendón Real de los Cuatro Burgos ni el Gran Torneo Medieval con la leyenda de Roldán y Ferragut, ambos acontecimientos en la plaza de toros.