Ultramarinos Finos

Ultramarinos Finos

El selecto comercio de alimentación de Máximo Yarza en la plaza de los Fueros

La estellesa Amparo Lesaga Galdeano, de 81 años, recupera parte de la historia del establecimiento Ultramarinos Finos a través de los recuerdos y de las anécdotas que le contaba su padre, Jesús Lesaga. Lesaga trabajó desde los 14 años para Máximo Yarza, el propietario del comercio de comestibles que se ubicó en los locales del Maracaibo, en la plaza de los Fueros.

Jesús Lesaga atendía a la clientela que se acercaba hasta el establecimiento de comestibles y, más tarde, como viajante, distribuyó mercancía por los pueblos. “Mi padre entró con 14 años y estuvo trabajando hasta el 36. En ese año estalló la guerra y Máximo Yarza tuvo que exiliarse con toda su familia. El negocio se requisó y se trasladaron a Sevilla, donde montaron un cine al aire libre. Mi padre fue a visitarlos varias veces y algún hijo, que aún vive, también ha venido a Estella en alguna ocasión”, cuenta Amparo Lesaga.

Explica la hija de Jesús Lesaga, por lo que su padre le contaba y por alguna foto que todavía conserva, que Ultramarinos Finos “no sólo era una tienda bonita por fuera, con un mirador hacia el interior, también era preciosa por dentro, con el género colocado con detalle”. Un largo mostrador era atendido a veces por el dueño y otras por su padre o por otros trabajadores, era el caso de Solano, Puyal y Valencia.

“Mi padre aprendió con Máximo el negocio de los ultramarinos, le enseñaron a tostar café y le sirvió mucho su experiencia allí. Aprendió mucho de lo decidido y buen comerciante que era Yarza. Pasó la guerra, Ultramarinos Finos ya no existía y mi padre se inclinó por lo mismo. Abrió Cafés Lesaga en 1940 y unos meses después nací yo. Mi padre compró el local con mucho esfuerzo y fue montando el negocio poco a poco. Era muy emprendedor y salió adelante”, destaca.

Amparo Lesaga: “Mi padre aprendió con Máximo el negocio de los ultramarinos, le enseñó a tostar café y le sirvió mucho su experiencia allí”.

Cafés Lesaga, ubicado hoy todavía en el mismo lugar, se dedicó en un principio solamente a la venta de productos de alimentación. Más tarde, como complemento, instalaron el tostador de café en un local anexo. “Éramos los únicos tostadores en Estella”, cuenta Amparo Lesaga. Aunque desde hace unos doce años, Cafés Lesaga tuesta en una nave industrial del polígono, su aroma se siente, menos intenso que antaño, en el entorno de este comercio de la plaza de los Fueros.

Explica Amparo Lesaga que su padre tuvo mucho que agradecer a Máximo Yarza por haberle enseñado el funcionamiento de un negocio que ha permitido mantener a tres generaciones de la familia. Ahora la regenta su hijo Andrés. “Yarza era un señor extraordinario. Mi padre siempre habló muy bien de él. Se querían mucho, se apreciaban y se hicieron muchos favores”, recuerda.

En opinión de la mujer, el comercio en Estella ha cambiado mucho con el devenir de los tiempos. Nada tiene que ver hoy el comportamiento del consumidor con la relación que antaño se mantenía dentro de los establecimientos. “Yo recuerdo que antes había amistad, se devolvían favores. También es cierto que antes las mujeres no trabajábamos. Ahora se tiende a hacer una compra general y las grandes superficies son mucho más cómodas para la gente joven. Se compra de otra manera y es natural. En nuestro comercio tenemos alguna especialidad, y eso nos diferencia, pero ha cambiado todo”.

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