Traperos de Emaús, una segunda oportunidad

La organización social Traperos de Emaús nació después de la segunda guerra mundial en Francia, de la mano de su fundador Abbé Pierre, como lucha contra la injusticia, la desigualdad y el derroche. En 1972 se implantó en Navarra y, desde 1994, ofrece servicio desde Estella a toda la comarca.

Uno de sus pilares fundamentales es el trabajo y la obligación moral de emplear a personas con dificultades. Otro es el respeto a la naturaleza. Sobre ambos compromisos pilota el día a día, intenso, del equipo de Traperos en Estella.

El colectivo destaca por su filosofía del reparto del trabajo y la equidad salarial. Es una fundación sin ánimo de lucro cuya financiación depende únicamente de esfuerzo de su plantilla. Sólo recibe un 5% de subvenciones.

De acuerdo con un convenio firmado con la Mancomunidad de Montejurra y que se ha ido renovando cada cuatro años, Traperos de Emaús se encarga de la recogida de voluminosos a domicilio en un servicio puerta por puerta; de la recogida, también de voluminosos, es decir, electrodomésticos, somieres, colchones o muebles, abandonados en la calle; de la recogida en los doce puntos limpios de Tierra Estella de los RAEES (Residuos de Aparatos Eléctricos y Electrónicos) y de otros objetos que se pueden reutilizar para vender o despiezar; de la recogida del cartón y el papel en los 170 contenedores de 71 locales de la comarca; de la recogida de ropa en 69 contenedores textiles y de las pilas en más de 100 puntos del territorio.

Su trabajo está muy bien organizado y zonificado para que ninguna localidad quede sin servicio. Son la recogida a domicilio y la gestión de RAEES los dos servicios principales. Cada semana, la plantilla de Traperos ha peinado el territorio, recogido los contenedores y atendido las llamadas para acudir a domicilio.

Esta manera personalizada de retirar los residuos tiene mucho valor para Traperos porque, por un lado, garantiza la mejor conservación del producto y, por otro, evita que se abandonen las cosas en la calle. Doce puntos limpios de Tierra Estella están también a disposición del ciudadano para que deposite los voluminosos que ya no se necesita y asegurar así la buena gestión y reutilización.

Servicio de recogida domiciliaria

La responsable de Traperos de Emaús en Estella, Amaia García de Madinabeitia Urra, y el administrativo Antón Ulloa Iglesias hacen muy buen tándem en lo que a organización del trabajo se refiere. Aseguran que, por lo general, la población conoce sus servicios y responde de manera responsable. “La gente nos llama y valora el buen servicio domiciliario. Pero es cierto que siempre hay quien pasa de estas cosas y deja la bolsa en el suelo en vez de en el contenedor y abandona colchones en la calle”, explica García de Madinabeitia.

Salvo ese porcentaje de gente, la situación ha evolucionado de manera positiva con el paso de los años. “Ahora incluso nos llama gente para avisarnos de que, por ejemplo, hay un colchón tirado. El mal gesto de una minoría llama la atención y hace sentir mal a otros vecinos porque afea”, añade Antón Ulloa.

Las impresiones y reflexiones de estos dos trabajadores sobre el continuo incremento de residuos son muy valiosas. Primero los datos. En 2021 se recogían dos toneladas más de residuos que en 2018, tres años antes. Durante 2021 cada vecino de Tierra Estella ha generado 20,7 kilos de residuos que gestiona Traperos. Cabe recordar que la materia orgánica, la inorgánica, el vidrio y los pañales los recoge y gestiona directamente la Mancomunidad de Montejurra.

Usar y tirar

La cultura del consumo y del usar y tirar es imparable. “En general todos los residuos están aumentando. Han cambiado mucho las cosas. Yo recuerdo en mi casa, en el pueblo, que se reutilizaba absolutamente todo. Restos orgánicos para animales, un cubo como tiesto, un bote podía tener cualquier otra función. Había necesidad y sentido común”, cuenta la responsable de Traperos, organización testigo del derroche y el consumismo actual. “En traperos somos más conscientes que nadie de lo qué es una sociedad de consumo. Yo recomendaría a todo el mundo que fuera al vertedero. Se puede visitar. Es fundamental saber cuál es la otra cara de la moneda. No la vemos y parece que no existe, Traperos es un ejemplo de que lo que se tira es un recurso que, además, puede dar empleo a mucha gente”, añade Ulloa.

Ropa, el gran problema

El residuo textil es actualmente el más preocupante. Se recoge mucho más desde la implantación del contenedor textil en Tierra Estella y, en la zona, como en el resto de Navarra, la recogida se ha disparado. Nada menos que 227.000 kilos han acabado tan solo durante el año 2021 en el total de 69 contenedores distribuidos por la comarca.

El triaje textil es prácticamente ina barcable por parte de Traperos de Emaús en Pamplona, adonde se deriva desde Estella para su gestión. “Se hace lo que se puede. No se da abasto. El personal en Pamplona establece cinco categorías y la ropa de calidad se higieniza y se envía a los diferentes rastros o tiendas que Traperos tiene en Navarra. El resto se gestiona de diferentes maneras: o bien se vende a fábricas para hacer trapos de limpieza de maquinaria o se envía para hacer borra para rellenos de colchón”, explica Amaia García de Madinabeitia. Sólo el tejido cien por cien algodón se puede reciclar.

Continuando con los datos, Antón Ulloa detalla que de las cinco toneladas de ropa que se recogieron en 2006 en Tierra Estella se ha pasado a 20 en la actualidad. “Es increíble. Es la cultura del usar y tirar. La ropa está dejando de ser un recurso para convertirse en un residuo”.

La nave de Merkatondoa

Testigo de la recogida textil son las grandes sacas llenas de camisetas, jerséis, pantalones, abrigos, chaquetas y otras prendas, desahuciadas, que esperan su turno, en el lugar adecuado, dentro de la nave de gestión que Traperos de Emaús tiene en el polígono de Merkatondoa. Porque todo tiene un sitio en la nave, que funciona también como punto limpio para la entrega de RAEES de particulares y establecimientos de electrodomésticos y para el resto de voluminosos.

Un paseo por el almacén permite ver jaulas que contienen pequeños aparatos eléctricos y electrónicos (PAEES), un espacio destinado a aparatos de ofimática, otro a televisores, y a frigoríficos, lavadoras, artículos de niños y bebés y lo que en Traperos denominan ‘titos’, aquellos artículos pequeños difíciles de clasificar. Cuando todo ello llega al almacén, a diario en los camiones, está listo para separar, seleccionar, clasificar y derivar bien a Pamplona o a otros servicios.

El rastro, de vuelta al mercado

Traperos de Emaús tiene siete rastros o tiendas en Navarra. Una de ellas en Estella, en la zona de Zaldu. Allí trabajan cuatro personas que, por turnos de dos, se encargan de la colocación de los nuevos artículos y de la venta. Maika Ruiz de Larramendi Ollo es la persona más veterana. Lleva seis años realizando labores de atención al público. “La gente viene muchísimo. Tenemos clientes fijos porque buscan artículos diferentes y a muy buen precio. Engancha. Los juguetes cuando se acerca Navidad, los libros, los muebles, los cuadros y la ropa tienen muy buena salida”, explica.

Una parte del género se renueva a diario con la llegada de camiones desde Pamplona que distribuyen en Estella. “Al principio el rastro se entendía como un ‘sitio de pobres’, pero la gente se ha quitado el complejo. Tenemos público de todo tipo, gente con más y con menos posibles. Los anticuarios también vienen mucho porque nos llega mueble de calidad”, continúa la trabajadora.

El género es de lo más variado en el rastro de Traperos de Emaús de Estella. Un carrito da la bienvenida a la entrada como invitación a depositar pequeños artículos que la gente ya no necesita. Dentro, el paseo sorprende: ropa para todas las edades, complementos, artículos de cocina, grandes y pequeños electrodomésticos, lámparas, juguetes, cuadros, tablas y botas de esquís y artículos de decoración, libros, vinilos, sofás, colchones, artículos de bebés.

La lista continúa. “A veces llegan cosas que están completamente nuevas. Los productos se merecen una segunda vida”, destaca Ruiz de Larramendi.

Es una cuestión de responsabilidad.