Dos profesores del colegio desde los inicios, Ángela Picado Maroto y Javier Zúñiga Gurpegui –más tarde, director- y dos padres de alumnos José Solchaga López y su mujer Adela Los Arcos Pérez, muy activos y comprometidos con la vida del centro, recuerdan aquellos primeros años en los que todo el mundo tuvo que poner lo mejor de ellos mismos para construir un proyecto que 50 años después es un referente en la Comarca.
¿Qué se siente al volver al centro?
Adela Los Arcos. Una alegría grande, para nosotros siempre ha sido el colegio, nuestro colegio, porque aquí han estado nuestros tres hijos. Para mí han sido los años más felices que he vivido. Y he mantenido siempre mucha relación con los profesores.
Javier Zúñiga. Cuando llegas aquí y subes la cuesta, llegan todos los recuerdos, sobre todo de cómo eran las cosas hace 50 años. Cuando subir aquella cuesta y no había acera, ni asfalto, cuando entrabas y era un espacio vacío y abierto. Te das cuenta de todo lo que ha cambiado.
Ángela Picado. Un recuerdo que me vienes es que los profesores teníamos que bajar a por los alumnos transportados hasta la glorieta, antes de la cuesta, y volverlos a bajar después de clase, porque los autobuses no llegaban como ahora hasta arriba. Y el profesorado también veníamos de los pueblos en autobús, hasta que nos dieron los pisos a los maestros. Yo recuerdo aquellos años todos los días, porque sigo viviendo aquí al lado.
¿Cómo recuerdan sus años vinculados con el centro?
Ángela Picado. Lo malo es siempre menos, lo bueno lo guardas mejor. De lo que más me acuerdo es de los alumnos.
Javier Zúñiga. Yo recuerdo especialmente la ilusión, el entusiasmo con el que todos, profesores y padres, intentamos levantar esto, poner el centro en marcha. Ahora no sé si se podría hacer igual, no me imagino esa implicación de entonces.
Adela Los Arcos. Yo un recuerdo que tengo es que los padres nos llevábamos fenomenal. Nos juntábamos con Feliciano, el bedel, y hacíamos muchas cosas en el centro, como las hueveras de cartón que pusimos en las paredes del salón de actos como aislamiento acústico, porque tenía mucho eco. Después, hacíamos un ‘almuercico’.
José Solchaga. Era un centro al principio con un volumen de gente enorme, hasta 1.500 alumnos. En 1977 ya el número era de 880 porque se habían ido abriendo otros colegios públicos en Zudaire, Allo, Dicastillo o Arróniz. Este centro se levantó sobre 88.000 metros cuadrados, que el dueño vendió por 4 millones de pesetas con la condición de que se construyera un centro escolar cuya gestión asumía el Ayuntamiento.
¿Qué ha cambiado?
Ángela Picado. Había muchas carencias. No había persianas y se colocaba papel de periódico en las ventanas. El Ayuntamiento decidió cercar el centro y echar cemento en el suelo porque durante mucho tiempo fue todo tierra. Había un rincón en el patio en el que se quedaba el agua sucia, cuando nevaba no se iba. Ahora el centro es otro, está muy bien.
José Solchaga. Yo recuerdo que se hicieron unas pistas al lado de las viviendas y había tres frontones. Son elementos que desaparecieron cuando se construyó el instituto.
Javier, como profesor desde el primer curso y como uno de los directores que tuvo el centro, ¿cómo fueron los inicios?
Javier Zúñiga. Se nos entregó un edificio nuevo, enorme, con muchas carencias, con 1.500 alumnos que venían de 87 pueblos, si no recuerdo mal, la mayoría de ellos transportados, a los que había que dar de comer, y con 60 profesores, cada uno de un sitio. Venían de las escuelas rurales que se habían suprimido. Visto desde la perspectiva de ahora parece una labor titánica. ¿Cómo se puedo hacer todo aquello? Porque todos arrimábamos el hombro con entusiasmo, con esfuerzo, con ilusión y, al final, se sacó adelante. La gente de Estella creo que veía todo esto con bastante escepticismo, incluso con recelo, pero salió.
¿Qué retos tuvo que afrontar como director?
Javier Zúñiga. Cuando yo llegué a la dirección, las cosas ya estaban bastante avanzadas. Había dos retos muy importantes. Primero, la organización. Venían muchos autobuses con mil alumnos transportados, a los que había que subir y bajar. Había que organizar las rutas, luego darles de comer y ver dónde y cómo se hacía la comida. Luego había un segundo reto, organizar a los 60 profesores, cada uno con sus costumbres, manías y formas de trabajar y entrar en una dinámica de conceptos con los que no habían trabajado, como claustro de profesores, equipo docente, departamentos y programaciones. Lo material se iba solucionando sobre la marcha, lo otro era un trabajo más lento y costó más. Algo en lo que yo insistí muchísimo fue en ese reto pedagógico de elaborar un proyecto de centro.
¿Estaba el colegio en esos primeros años apoyado por el departamento de Educación?
Javier Zúñiga. Nunca lo estuvo. Era ir con los problemas y encontrar oídos sordos, largas. Por ejemplo, hubo que luchar mucho por reducir el ratio en clase. Yo recuerdo octavo de EGB con 45 alumnos en una misma aula. Este centro se proyectó cuando un delegado de educación que era de esta zona, hay que precisar que entonces no existía la figura del consejero, tuvo la idea de una concentración escolar. Y la idea de juntar a todos los alumnos de los pueblos con un profesor estaba bien, por lógica la enseñanza iba a mejorar. Ése era el objetivo, pero el proyecto se entregó con pinzas. Cabe recordar que Remontival fue la primera concentración grande que se hizo en Navarra y fue también el primer centro mixto.
¿Qué hitos destacan en la historia del centro?
Ángela Picado. Poco a poco se fue dotando al centro de cosas como patios, salones, comedor.
Adela Los Arcos. Y se comenzó a dar clases de euskera, mucho antes de que llegara el Modelo D. En ese modelo los padres tuvimos nuestro papel porque al principio comenzamos a dar extraescolares de euskera. Después se implicó el Ayuntamiento.
Ángela, como profesora que ejerció desde el primer curso de Remontival, ¿cómo era la relación con los alumnos durante sus años de ejercicio?
Ángela Picado. Buena. Entre el alumnado, había de todo, incluido algún rebeldillo al que regañar un poco más. Pero los chicos y las chicas no tenían la malicia de hoy, tampoco tenían acceso a las pantallas, que es la perdición. Y eso en las aulas repercute mucho. También había más respeto porque las familias no consentían. El respeto que había en las familias llegaba también a las aulas.
¿Y en cuanto a la enseñanza, ha cambiado mucho la pedagogía?
Ángela Picado. Llevo 25 años al margen, pero entiendo que las cosas han cambiado mucho. Entonces aprendían repitiendo las cosas, los profesores nos esforzábamos por demostrarles cosas. Yo he tenido alumnos con los que era difícil, muchas veces me he quedado con ellos insistiendo durante los recreos.
Javier Zúñiga. También hay que entender la situación de entonces. Era difícil para todos, hasta Remontival venían alumnos procedentes de diferentes pueblos que siempre estuvieron mezclados y con un maestro o maestra, y el nivel era muy dispar. El hecho de que aquí fueran agrupados por edades ayudaba.
Ángela, después de una larga trayectoria, ¿se echa de menos el aula?
Ángela Picado. A ratos. Siempre tienes recuerdos, y yo que veo a los chavales por aquí, junto a mi casa, a todas horas. No se me olvida. Por la calle es bonito encontrarte con gente que te saluda y que te pregunta ¿no me conoces?
Adela y Ramón, ¿cuál fue la implicación de los padres en la realidad de este colegio?
José Solchaga. En los primeros años la educación pública estaba desprestigiada, pero nosotros confiamos en este proyecto y comenzamos a colaborar para esto mismo, para darle valor y ayudar en todo lo que pudiéramos. Yo me metí en la asociación y movilizamos a los padres muchísimo. La asociación equipó el salón de actos, se insonorizó, mi mujer colaboraba en el comedor, montamos la biblioteca, gestionamos la librería en el colegio, vendíamos los libros, trabajamos por las pistas deportivas, organizamos actividades tras el comedor para llenar ese rato hasta el inicio de las clases por la tarde, proyectamos cine, se preparaban campeonatos de futbito, baloncesto y balonmano. Fueron muchas cosas. Nos involucramos e hice involucrarse a mucha gente. Cuando terminó en el colegio nuestro tercer hijo, hubo relevo y se hizo muy bien.
¿Qué importancia veis que ha adquirido el colegio en Tierra Estella? ¿Contribuye a hacer comarca?
Adela Los Arcos. Ahora es un centro completo y, personalmente por lo que nos tocó trabajar, para mí es un orgullo que se haya conseguido la opción de poder estudiar en euskera en un colegio público.
Javier Zúñiga. Yo llevo ya 14 años fuera de la educación, pero veo que el colegio ha adquirido mucho prestigio y algo importante es que la gente ya no lo llama las escuelas, se habla de colegio.
Ángela Picado Maroto ‘Angelita’. Profesora de Remontival desde 1974 hasta su jubilación en 1998. “Pienso que entonces las familias no consentían y ese respeto llegaba también a las aula.
Ramón Solchaga. Presidente de la Asociación de Padres desde 1977 hasta 1987.
“En los primeros años la educación pública estaba desprestigiada, pero confiábamos en este proyecto y colaboramos en todo lo posible para darle valor”
Adela Los Arcos Pérez. Miembro de la Asociación de Padres y mujer de Ramón Solchaga. Sus tres hijos estudiaron en Remontival durante el periodo 1974-1987.
“Para mí han sido los años más felices que he vivido”
Javier Zúñiga Gurpegui. Profesor de Remontival desde 1974 hasta 1997. Director desde 1986 hasta 1995. Desde 1997 hasta 2010, año en que se jubiló, ejerció en el IES Tierra Estella. “Todos arrimábamos el hombro con entusiasmo, con esfuerzo, con ilusión y, al final, se sacó adelante”