
Ingeniera y funcionaria del Estado en una fábrica ucraniana, Nadya nació en una ciudad pequeña a 50 kilómetros de Lviv-Leópolis, donde hoy viven su madre, de 83 años, y su hermano con su mujer y dos niños. “Los llamo todos los días, al principio tres veces al día”, dice Davydke Vononowska. “Mi madre está bien, la vida la ha hecho fuerte. Con siete años, fue enviada junto a su familia a Siberia, vivió la Segunda Guerra Mundial y fue enfermera por obligación militar en el hospital de maternidad de Chernóbil, tras el accidente. Pero esto no lo esperaba, no lo esperábamos, estamos todos en shock”, cuenta emocionada cuando piensa en la invasión rusa en el país.
Nadya Davydke no se separa de un pequeño mapa recortado del periódico. Lo lleva en el bolso porque lo consulta cada vez que escucha o lee las noticias, desde que la guerra estalló el pasado 24 de febrero. “Me ayuda a controlar cómo va el conflicto”, añade mientras trata de asimilar lo que está pasando. “Ningún país del mundo está preparado para una guerra. Vivimos en un sistema de comodidades, bienestar, tranquilidad, con equilibrio y armonía completa. Y de repente una guerra, y la más inesperada, entre dos países vecinos, hermanos, con las mismas raíces”, cuenta en referencia a Rusia.
Su día a día ha cambiado por completo, permanentemente pendiente de las noticias y del avance del ejército ruso en el territorio. “El primer día fue de impacto total, no sabías ni qué decir, ni qué hacer ni qué opinar. El día siguiente ya empiezas a llorar, por qué nosotros y por qué ellos, tan bien como iba el mundo por qué tenían que meterse. Entonces coges el mapa y miras los informes. Putin pensaba que en dos horas iba a conquistar Ucrania. Estados Unidos sabía que Ucrania solo tenía recursos para defenderse cuatro días. Van pasando los días, llega el cuarto, y te levantas con la cabeza alta, orgullosa de cómo aguanta el país”.
Confío en el pueblo ucraniano, que formado y noble va a poder aguantar
El engaño y las mentiras marcan, en opinión de la vecina de Ázqueta, la invasión de Rusia en su país con un presidente, Putin, que vive en su propio mundo, ajeno a la realidad. También lamenta la inacción de una población rusa que permite la gran injusticia social con el país vecino, nación independiente desde 1991. “Nuestra salvación es el pueblo ruso, ¿cómo pueden permitir semejante injusticia social, nuestros
hermanos? El mundo no conoce a Putin. Se están modificando sus objetivos. Era una persona encerrada 22 años en su despacho creando sus ideologías. Mentía él, le mentían a él, “tenemos el mejor ejército del mundo”. Y resulta que no. Los ucranianos estamos plantando cara y Putin no esperaba eso”.
Más allá de la incredulidad, del sentimiento de injusticia, de la frustración y la impotencia, Nadya mantiene la calma. “Veo que el mundo está cambiado a mucha velocidad, también las opiniones internacionales en el conflicto. Y confío que el pueblo ucraniano, formado y noble, va a poder aguantar. Esta guerra quieren que empiece y termine en Ucrania, para que no se extienda en el mundo. También confío en las personas que viven en la realidad. El botón nuclear no está en el despacho de Putin, hay tres personas por detrás que ven que el mundo no lo iba a perdonar”.