Con el chupinazo, precedido de un almuerzo dirigido a las diferentes asociaciones y colectivos locales, comenzaban las fiestas. Los primeros momentos tuvieron su enfoque cultural, además del propiamente festivo, con un cohete protagonizado por el grupo de teatro ‘Atarapana’. En este 2024 el colectivo cumple su segunda década de andadura, y la ocasión lo merecía.
Su director y miembro veterano, Juan Carlos Lacalle Lacalle, y la actriz Nieves Martínez Eraso protagonizaban el acto más esperado desde el balcón consistorial a las doce en punto, en representación del resto de integrantes. Era deseo del alcalde, Miguel Ángel Remírez, delegar la responsabilidad en el grupo al que él también pertenece. “Dicastillo es un pueblo vivo. Teniendo en cuenta que somos pequeños, que no llegamos a los 600 habitantes, es muy importante que exista un tejido de asociaciones que lo dinamicen, como Atarapana y todos los demás. Estamos muy agradecidos a su esfuerzo”.
En la actualidad, trece personas integran una asociación por la que han pasado hasta 30 integrantes. “El teatro en las pequeñas localidades aporta alegría, evasión, unión entre los miembros y entre los vecinos que salen de sus casas para ir a vernos”, explicaba Lacalle. El compromiso del grupo es estrenar una obra al año y, en noviembre, mostrará un trabajo que recoge piezas de las 16 obras realizadas a lo largo de su historia.
En recompensa a este trabajo, ‘Atarapana’ abría las fiestas. Y en las palabras de Lacalle hubo agradecimiento al Ayuntamiento y a los vecinos. “Gracias por vuestro apoyo durante todos estos años”, apuntaba desde el balcón al nutrido público que esperaba en la plaza.
Sonaba el cohete y la banda local Bizkarra comenzaba a tocar. La juventud, especialmente, en cuadrillas iniciaba su tradicional baile en torno a una fuente reluciente creando una estampa que sólo se produce una vez al año. Acto seguido, la fiesta recorría en forma de ronda copera desde la calle Mayor todos los rincones de la villa. Era el inicio de mucho, de todo lo que restaba por llegar.
Sin descanso
El mismo martes 27 continuó con un tobogán gigante de agua en la calle Nueva, con electrotxaranga, verbena, torico y carrera de sacos. El miércoles siguió con misa dedicada a San Emeterio y San Celedonio, con homenaje a los mayores, a quienes el Ayuntamiento entregó pañuelicos, comida, carrera ciclista, verbena y baile de disfraces.
El jueves 29 amaneció con dianas, misa mayor en honor de la Virgen de Nievas y procesión. Fue la jornada de las piñatas, de una txistorrada y pancetada. Hubo comida popular, pero el riesgo de lluvia hizo que la música se trasladara al centro cívico y que el concurso de disfraces se suspendiera.
Las fiestas entraban en el fin de semana marcadas por las fuertes tormentas en diferentes momentos. El viernes fue el día de la recepción a la Corporación infantil y su cohete. Actuaba el grupo Mala Pekora en una plaza llena de público. El sábado reservaba pelota, verbena (en el centro cívico) y se suspendía el concurso de disfraces, aunque alguna cuadrilla se animó a salir a la calle. El domingo terminó con calderetes, música, txistorrada y pancetada y el pobre de mí.
