Todo comenzó de manera sencilla, como un detalle en el centro del pueblo, en el pozo cubierto, donde las dos vecinas, cuñadas entre sí, pusieron un nacimiento integrado por las figuras de la Virgen, San José y en Niño, además de un pastor en un olivo. El tejadillo de dos aguas que cubre el pozo protegía esta pequeña decoración visitada por los vecinos y por muchos ciclistas de paso y que, con el paso de los años, ha ido creciendo.
“Recuerdo que mi cuñada un día dijo ¿por qué no preparamos un belén para el pueblo? A ella siempre le ha gustado decorar por Navidad, le gustan las manualidades y la pintura, y yo sé de costura y patchwork. Así que nos pusimos manos a la obra, con cabezas de la muñeca Señorita Pepis, con unas estructuras de hierro que, como cuerpo, preparó mi marido y yo les hice la ropa. Bajo un balcón, enfrente, situamos al pastor y su olivo”, describe Lourdes Ramírez aquellos primeros pasos.
Mendilibarri no tiene niños censados y los vecinos son mayores, pero a los hijos de Lourdes les hacía mucha ilusión. “Recuerdo que venían los amigos, se hacía una chocolatada… Así empezó todo”. El siguiente año, el Belén se amplió, y llegaron los Tres Reyes Magos al portal. “Recopilamos muñecos de Traperos, otras que nos fue dando la gente y, de la misma manera, creamos a Melchor, Gaspar y Baltasar y los vestimos con unas pieles como capas. Pusimos también a un pastor indicando el portal, una pastorcilla y un camello de poliespán pintado”.
El siguiente año se sumó una lavandera y entonces el poblado tuvo un río, tejido en azul, con sus peces plateados. “Repartimos los elementos por diferentes rincones públicos del pueblo. Es algo que lo hacemos con mucha ilusión por poner en el pueblo el ambiente navideño”.
El Belén, que se pudo ver en el centro del pueblo durante las navidades, volverá a su lugar el próximo año. Para quien no lo haya disfrutado.