“Nosotros buscábamos un futuro mejor, sobre todo por nuestro hijo pequeño porque para niños como él Ucrania no tiene apenas recursos. No hay colegios para niños autistas, solo internados, y aquí nos sentimos muy acogidos. Dos semanas después de llegar a Estella, decidí quedarme, me gustó mucho. La amé inmediatamente como quiero a mi país”, cuenta la madre.
Lo peor fue cuando mi sobrina de 5 años nos preguntaba si duele cuando mueres y si te enteras cuando te tiran bombas
A los tres meses, Larysa encontró trabajo y hasta el día de hoy es empleada de una empresa de limpiezas. Su marido comenzó en la construcción pero pronto derivó a la profesión familiar que ya ejercía en su país como conductor de camión, ahora autónomo y en rutas internacionales. Es precisamente su experiencia al volante la que le ha llevado a dar un paso adelante para hacer lo que esté en su mano para ayudar a sus compatriotas: tras una campaña de recogida de medicamentos, se comprometía a conducir, con portes gratis, su furgoneta hasta Polonia, donde voluntarios de Ucrania puedan introducirlos en el país. “Es mi manera de ayudar, quiero y necesito hacerlo”. Ocho son los palés que ya cruzan Europa. La tristeza marca el día a día de esta familia desde el 24 de febrero. Sufren desde la distancia por sus
familias, que viven en la ciudad de Chernivske, en el oeste del país, a 80 kilómetros de Rumanía y 350 de Polonia. Larysa tiene a sus padres, a su abuelo, a sus tres hermanas y sobrinos. Oleksii, a su hermano mayor, a quien probablemente acaben llamando a filas. “En estos días me siento como si vieras que tu hermano se muere y no le puedes ayudar. Quieres y no puedes hacer nada. Lo peor fue cuando mi sobrina de 5 años nos preguntaba si duele cuando mueres y si te enteras cuando te tiran las bombas”, explica Larysa. Cuenta el matrimonio que las cosas en su ciudad estaban relativamente tranquilas hasta que las tropas rusas bombardearon el centro de otra ciudad a 70 km de su casa. “La gente se asustó mucho. Sobre todo cuando declararon el estado de alarma y empezaron las sirenas de aviso de bombardeos en los pueblos”, añade Oleksii. “En mi familia nadie duerme, están todos asustados, conectados a Internet y la tele toda la noche para saber qué está pasando”, añade ella.
Como civiles en medio de un enfrentamiento no buscado, defienden su país y también los lazos de amistad con la población rusa. “Dicen que rusos y ucranianos siempre pelearon, pero es mentira. Nosotros tenemos familia y amigos rusos, son los gobiernos los que empezaron a pelear en 2014. La única manera de parar esto es entrar en la UE porque
si Putin consigue Ucrania, mañana querrá otros países”, declara Larysa.
Desde que Larysa y sus hijos llegaron a Estella, no han regresado a su país. Este año tenían la ilusión de reencontrarse con sus familias y amigos, pero no va a poder ser. “Estamos decepcionados y tristes. Y vivimos con miedo, sobre todo cada vez que suena el teléfono”.
