
“La idea me la metió en la cabeza Javier Ajona, de la floristería Makoyana. Él vio en un restaurante de Praga que el servicio de mesas lo hacían con trenes. Nosotros no podíamos hacer eso aquí, así que lo colgamos del techo”, explica Astarriaga, que buscaba algo que recordase la historia del lugar.
De momento, la instalación consiste en una vía de 40 metros lineales con aparcadero, pero el propietario quiere añadir más vías, farolas, señales y vagones a escala. “Es un juguete caro, por eso voy poco a poco. El primer set lo adquirí de Barcelona. Contacté con un distribuidor de maquetas de una casa alemana. Ahora lo adquiero directamente de Alemania”, cuenta Astarriaga.
En la colocación, que se realizó justo después de Semana Santa, participaron la empresa de carpintería metálica Aysovel, de Bearin, y Patxi Echeverría y Miguel Pereda, aficionados a las maquetas. “Parece sencillo, pero requiere mucho trabajo. Tuve que cerrar el bar un día entero para ponerlo”, añade el hostelero, que, viendo la buena acogida que ha tenido la atracción no duda que todo ha merecido la pena.