““Me he recorrido toda la merindad, sus fiestas, procesiones y romerías”“Su actividad entronca con su intensa vida cultural, deportiva y social en el Club Deportivo San Miguel y numerosas peñas y sociedades. A lo largo de su vida, José Torrecilla ha escrito siete libros, y ha recibido numerosos homenajes. El más importante, el Estellés del Año, en 2001.
¿Cómo fueron sus inicios?
Mis inicios como ‘plumilla’ fueron a través de la pelota, en 1962. Por mi implicación como directivo del Club San Miguel, comencé a escribir para el Diario de Navarra. Firmaba con pseudónimos, como Iturmendi. Luego pasé a Astería, porque viví en esa calle. El objetivo era, simplemente, pasar desapercibido.
¿Qué significa para usted este momento?
Tengo ochenta años. Es el final de una actividad que ha sido muy bonita, también a veces muy intensa, interesante y divertida. Hay que tener en cuenta que el ‘plumilla’ va donde está la gente, es decir, a las fiestas, y eso es muy bonito. Me he recorrido toda la merindad conociendo sus romerías, sus procesiones, sus cohetes, asistiendo a partidos de fútbol y de pelota. He tenido muchas satisfacciones.
Entonces, ¿lo ha vivido casi más como una afición que como un trabajo?
No ha sido un trabajo, ha sido un placer, porque he hecho lo que me gustaba. Además, me crecía ante las adversidades. He llegado hasta a escribir tres cohetes en un día, que no es tan fácil, además de hacer las fotos. Ha sido muy bonito y muy intenso.
¿Apetece descansar?
Asumo que llega la hora con toda naturalidad. Es ley de vida, tiene que llegar y a mí me ha llegado muy tarde. Hay que tener en cuenta que trabajé hasta los 55 años en Curtidos y lo de escribir me llegó como una segunda etapa, cuando la mayoría ya sólo piensan en jubilarse de verdad.
Pero es un hombre muy inquieto, ¿a qué dedica ahora el tiempo libre?
Me dedico a pasear y a estar con mi mujer. Siempre me ha gustado mucho ir al monte y el campo. No habrá camino en Tierra Estella por el que no haya pasado. Yo animo a la gente que se jubila a seguir haciendo cosas. Si te gusta el monte, a ir al monte; si se disfruta con la huerta, a cuidar el regadío. No es bueno sentarse en un banco y pensar que no vales, que no eres útil.
Ha llevado una vida muy activa, ¿hay algo que le quede por hacer?
Quizá, realizar un resumen con todo lo que he hecho en mi vida. Tengo muchos apuntes. Desde que vine a Estella de Oteiza en el año 1938, mi mayor obra ha sido el trabajo por el deporte de la pelota.
¿Qué es lo que más disfrutaba de su actividad como cronista?
Conocer gente. He hecho muchos amigos en la merindad porque me conozco todas sus fiestas y romerías. No hay pueblo de Tierra Estella que se me resista. Hasta hace unos años, decía que sólo me faltaba Arguiñariz. Ya no es el caso, he estado en todos y cada uno de ellos.
¿La parte más dura? ¿Qué no le gustaba de su etapa de cronista?
Lo que menos me gustaba era escribir de fútbol, al principio. Sin embargo ha sido la faceta que más he tocado. No me sentía cómodo en un campo de fútbol con mil aficionados, cada uno con una opinión distinta, protestas contra el árbitro, contra el delantero, contra el portero visitante. Pero, qué curioso, nadie se queja del portero local aunque tenga un fallo. Cuando el corresponsal del Diario Isidoro Pérez falleció, yo cogí las riendas del Izarra. Fue en el 67 cuando comencé a escribir crónicas de fútbol.
¿De qué cambios ha sido testigo en la redacción durante el paso de los años?
Los cambios los he vivido en primera persona. Al principio las crónicas las escribía a mano. El siguiente paso fue escribir con letra de imprenta o pasar a la máquina de escribir. Le compré una de segunda mano a Javier Fraile y empecé. La llegada del ordenador fue el mayor cambio, pero no me ha parado. Soy de la generación de la guerra, lo que he aprendido ha sido lo que me ha enseñado la vida.
¿Qué tal el homenaje de la prensa local?
Ha sido una bonita despedida la que me han dado los compañeros de los medios de Estella. Un final feliz porque los finales suelen ser tristes. Me han demostrado que los compañeros son compañeros por encima de todo. Para mí, antes que competencia han sido siempre amigos.
¿Qué dos anécdotas destacaría de sus años de cronista?
Un día, en un pueblo, por poco nos tiran al fotógrafo Enrique Echeverría y a mí al pilón. Se había anunciado la venta de tierras comunales y había mucha inquietud en el pueblo. Se desconfiaba de todo aquel que venía de fuera. Pero salimos vivos. Sería el año 1993 o 1994. La segunda anécdota me llenó de orgullo. En Viana me quieren mucho. Llegué un día de fiestas a la iglesia porque iba a ver misa mayor y un periodista de radio que allí estaba avisó por megafonía que yo acababa de entrar y pidió un aplauso. Los muros de la iglesia retumbaron. No fue hace mucho, en torno al 2002. Siempre me he sentido muy querido. •
