“Radios, planchas de hierro, cámaras de fotos, libros, muebles y delicadas vasijas fueron algunos de los artículos que se podían adquirir en el mercado“Artículos de toda naturaleza se podían encontrar en los mostradores y también sobre el suelo. Cada anticuario expuso una pequeña parte de sus fondos, entre los que destacaban los muebles -tales como sillas, mesas, mesillas o arcones-, los libros y los aperos de labranza. También se podía encontrar otras piezas como joyas, cámaras de fotos antiguas, máquinas de coser, delicadas vasijas, molinillos, candiles, planchas de hierro e incluso cajas de latón de galletas o arroz, muñecas antiguas, prismáticos decorados con nácar y apliques de la luz.
De procedencias variadas, los artículos tenían diferentes precios en función de su antigüedad. Había libros antiguos de 30 euros y también de 150, radios que variaban entre los 60 y los 100, lámparas por tan sólo 22, planchas de hierro de entre 70 y 120 euros e incluso un juego de delicadas copas y jarrita para el licor protegidos por una cajita de madera por 500 euros. Sin embargo, los precios no eran fijos en muchos casos y estaban sujetos al arte del regateo de aquellos clientes verdaderamente interesados.
La jornada transcurrió marcada por un sofocante calor que apenas dejó visitantes en las horas centrales del día. La máxima asistencia se lograba por la mañana y durante las dos últimas horas de la tarde, antes de que unas gotas de lluvia obligaran a los anticuarios a empacar con rapidez.
Libros y postales
Leire Cabe González, de la tienda de antigüedades ‘La factoría’ de Bilbao, hacía un buen balance de la jornada. “Tenemos piezas de todo tipo y con diferentes precios pero hemos vendido sobre todo artículos asequibles, de diez y veinte euros, y algunos otros de mayor importe. Sobre todo libros y también postales, algunas de ellas de un euro. La gente nos ha pedido postales antiguas de Estella, pero no tenemos, y también artículos relacionados con el mundo del toro”, explicaba.
Una valoración muy positiva realizaba también Pauli Franco Ejido, del taller de Antigüedades Lizarra, de Estella, regentado por su marido, Alfredo Muñoz Jiménez. “Esta feria es un escaparate para darnos a conocer entre la gente interesada en este mundo y también entre los profesionales. Yo estoy aquí en el stand, pero mi marido está en la tienda recibiendo otras visitas”, explicaba.
No sólo la gente de Estella se animó a hacer un recorrido entre los puestos y ojear la variedad de objetos expuestos, también se acercaron hasta la ciudad del Ega personas interesadas y coleccionistas. “Ha venido mucha gente de propio para ver el género y con intención de comprar, que se ve que les gusta las antigüedades. Estas ferias vienen muy bien, ya hemos estado últimamente en otras y sirven para darte a conocer”, destacaba.
Pauli Franco añadía que el regateo está al orden del día. “Vienen por aquí, se dan una vuelta, preguntan, y luego a última hora intentan sacar las cosas por menos dinero”. Los aperos de labranza, los utensilios relacionados con el vino fueron los artículos más vendidos en su puesto. •
