Javier Urra. “Quien busca la felicidad ha de pedir a la vida cosas sencillas”

““Para mí Estella es el río Ega, el Agua Salada, la playa donde íbamos de niños, la cueva de los Longinos”“

El pasado 16 de diciembre recibía en el Teatro Conde Duque de Madrid el Premio Francisco Javier 2013 que reconoce su fructífera carrera profesional con las constantes de la investigación y la divulgación. Urra es miembro de numerosas asociaciones y colectivos en defensa de la infancia y ha recibido durante su carrera innumerables premios. En 1997 recogía en su ciudad natal el Estellés del Año. 

Premios ha recibido muchísimos durante su dilatada trayectoria, pero ¿qué significado tiene para usted el Francisco Javier?

No hay que entrar en comparaciones, pero es el más importante, sin duda. Primero porque lo concede una institución, el Gobierno de Navarra; segundo, porque el Gobierno de Navarra representa a todos los navarros y navarras y tercero porque tiene un nombre precioso. Francisco Javier fue la persona más insigne de Navarra; mi padre, Francisco Javier, está enterrado en Estella, mi hijo se llama Francisco Javier y también es mi nombre. Yo ejerzo de navarro, Navarra a mí me lo da todo y creo que este es un premio muy acertado que reconoce la labor de investigación y divulgación. Otras entidades, como el colegio de psicólogos y Unicef, también están muy agradecidas.  

Infancia en Estella

Se manifiesta navarro y de Estella con orgullo, ¿qué recuerdos guarda de su infancia?

Para mí Estella es el río Ega, el Agua Salada, la playa donde íbamos de niños, la cueva de los Longinos… Éramos un grupo de unos 20 o 30 amigos. Los amigos, la familia, los he mantenido siempre, amigos de Estella, de Pamplona, de San Sebastián y hasta de Francia. Recuerdo los primeros encierros con emoción, cuando me pilló una vaquilla, y a Gorgorito. Aquí en Madrid, en el Retiro, me quedo mirando a los niños nativos digitales, que aún con Gorgorito se apasionan; la imaginación y la inocencia es la misma. También recuerdo cuando iba en bicicleta a Dicastillo y a Aberin con mi padre. Cuando vives fuera lo aprecias todo mucho más. 

Llama la atención en su currículum su participación como miembro experto en el Instituto de la Felicidad de Coca-Cola. ¿Cuál es su aportación?

Soy uno de los padres del Instituto de la Felicidad. Es algo muy serio. Hemos organizado congresos internacionales, incluso con la presencia de jefes de Estado, como el de Bután, y con personalidades de distintos ámbitos. No defendemos una sociedad bobalicona ni la psicología positiva; intentamos ayudar, poner esperanza y optimismo colaborando con numerosas instituciones.

Seguramente desconozca el secreto de la Coca-Cola pero, ¿tiene la receta de la felicidad? 

Un estudio de la Complutense medía si la felicidad ha bajado en España consecuencia de la crisis, y la respuesta es no. A la gente lo que le importa es su familia, su entorno, y yo creo que hemos aprendido. Pienso que no hemos venido a la vida para ser felices y que a la vida se le puede pedir lo que se le puede dar. Yo tengo dos recetas para caminar hacia la felicidad: una frase mía que dice “la esperanza es una obligación ética”, es decir, el ser humano sin esperanza no tiene razón para vivir. Por el otro lado, el ser humano no ha de buscar la felicidad, el que la busca le ha de pedir pequeños detalles, cosas sencillas. Hay que pensar “¿para quién he vivido?” y si “¿mereció la pena?”. Hemos heredado un mundo, “¿lo hemos dejado mejor?”. 

Educar con naturalidad

Un niño no viene al mundo con manual, pero usted tiene en el mercado numerosos libros que pueden ponerle remedio. 

He escrito 34 libros, incluyendo el último, ‘Psico higiene’, que sale el próximo 23 de marzo. Existe mucho material para leer, pero no todo está en los libros. No se puede educar en micro-ondas, hay que ponerle ganas, pasión, hay que disfrutar con los hijos y también cometer errores. Es como el ajoarriero, que debe hacerse a fuego lento y todo tiene su secreto. En el caso de la educación de los hijos, el proteccionismo natural, el contacto natural, primero el tú y luego el yo y el respeto a uno mismo, a los otros y a los mayores son cuestiones básicas. De lo que se trata es de conseguir personas sanas, a mí no me gusta la excelencia, la gente no es excelente. Hay que enseñar también a los hijos que en la vida no todo es inmediato. 

Crisis económica, y también crisis de valores, ¿qué hemos hecho mal? 

Algunos lo han hecho muy mal para el resto y no para ellos, primando el egoísmo, la avaricia y el pelotazo, por dar algunos ejemplos. Además, en la sociedad hay muchas psicopatologías, y es necesario poner límites y normas. 

En el terreno práctico, y en pleno mes de enero, ¿tiene algún consejo para superar esta cuesta y afrontar con optimismo el nuevo año?

Yo le diría al lector: tenga claro que mañana va a amanecer y que se levantará de la cama. Piense qué podía perder, piénselo, tenga gratitud por los buenos momentos en su vida, borre o maquille lo negativo, regale sonrisas porque se las van a devolver, tenga curiosidad como los niños, y comparta, porque se está mejor bien acompañado. La vida en compañía disminuye el dolor. 

¿Se le podrá ver pronto por Estella? 

Un día me escaparé a Estella. Iré al cementerio, pasearé por Los Llanos, subiré al Puy… Tengo ganas de hacer una visita solo. De estar a gusto.